El que más arriesga presentándose a un nuevo mandato soy yo, porque si me fuera en diciembre, muy mal lo tengo que hacer en dos meses para que no se diga que mi gestión al frente del Levante estos años ha sido muy buena». Esta afirmación de Quico Catalán, extraída de la entrevista que me concedió hace pocos días, es una verdad incontestable que, a su vez, manifiesta indicios que invitan a no abandonar la prudencia.

En primer lugar, eso de coger el canasto de flores y lanzarlas al aire para cerrar los ojos y disfrutar el placer de sentirlas caer sobre uno mismo, no está bien visto. Y con razón. Porque si el halago debilita, el impacto negativo del autobombo se antoja peligrosamente multiplicador. En resumen, que ni queda bien, ni es recomendable, como ese gusto que también tiene el presidente, en demasiadas ocasiones, de hablar de sí mismo en tercera persona: «el Quico presidente», «el Quico patrono», «el Quico aficionado»...

Otro viraje de 180º

En cualquier caso, lo peor de la frase no es la acumulación de palmaditas sobre la espalda propia, sino que suena a justificación, que el presidente debe entender necesaria después de un nuevo cambio radical de opinión, un viraje de 180° similar al producido con la fallida venta de la mayoría accionarial del club a Robert Sarver, inicialmente bendecida y favorecida por un Quico que, posteriormente, en menos de 48 horas, la hizo saltar por los aires. Ahora, año y medio después de anunciar en una de estas giras por los medios de comunicación que en diciembre de 2019 pondría fin a su etapa como presidente «seguro», «al 100%», aparece para desdecirse y anunciar un adelanto electoral de un año que le garantiza, de facto, su continuidad, evitando, por un lado, la posibilidad de permitir la organización de cualquier candidatura alternativa y, por otro, que un nuevo descenso pudiera poner en entredicho su posición.

La jugada, bien trabajada por el círculo de confianza del presidente, es maestra, pero no por ello deja de chirriar que constantemente se venda como un favor al levantinismo. Nadie es imprescindible, como bien me dijo también Quico en la misma entrevista (sin creérselo, eso sí). Hace no tantos años, cuando se percibió que Villarroel podía verdaderamente ser obligado a abandonar la propiedad del club, el temor se extendió entre buena parte de la masa social granota. Nadie aparecía en el horizonte, y menos aquel joven y dubitativo (lógicamente, pues debía dar la cara sin tener ni idea de lo que verdaderamente hacía Don Pedro) exportavoz llamado Quico Catalán.

No nos engañemos, la continuidad de Quico Catalán, siendo (inicialmente al menos, así lo parece), una buena noticia para el levantinismo, a quien más favorece, sin duda, es a Quico Catalán y a la estructura que le rodea (repleta de virtudes, pero también manifiestamente mejorable).

En una sociedad con un gusto extremo por la polarización, en la que o eres ángel o demonio, o un ídolo o el blanco de la mayor de las iras, Quico Catalán está lógicamente más cerca del polo heroico, lo cual no quiere decir que sea un héroe.

Mérito... y ayudas

Catalán ha liderado la eliminación de más de 90 millones de euros de deuda (la que queda, es residual y está totalmente controlada), pero lo ha hecho siguiendo la senda marcada por la administración concursal (que tampoco lo hizo gratis, recordemos que salieron a 144.000 euros por cabeza), y aprovechando la multiplicación de los ingresos televisivos (de ahí, entiendo, su pleitesía a Tebas). No olvidemos que el Levante, esta temporada, va a ingresar 43,5 millones de euros por ese concepto, cuando en la década anterior, en Primera, no llegaba a los 10.

Además, es incuestionable la profesionalización del club bajo su mandato, pero también que en esa estructura, en ningún momento, ha cabido una sola voz discordante, una sola opinión distinta (para no mentir, cupo en su día una, Ramón Vilar, que después dejó de serlo).

En mi opinión, el gran mérito de Quico Catalán ha sido siempre algo que debería ser habitual en la gestión de un club, pero que lamentablemente suele ser un rara avis: no gastar más de lo que se tiene, y no querer dar nunca el segundo paso antes que el primero. Ello, sin duda, le hacer merecer el calificativo de buen presidente, pero no legitima su divinización.

Siempre habrá excusa

Durante el transcurso de nuestra charla, le recordé al presidente que hace dos años se marcó 4 objetivos antes de abandonar la presidencia en diciembre de 2019 «porque es saludable que las caras cambien cada cierto tiempo», según dijo él entonces. De ellos, 3 se han materializado y el 4º, la futura ciudad deportiva, está ya en marcha. Ahora, al proyecto de Nazaret le acompañan 3 nuevos objetivos para 2024. «Siempre vas a encontrar una excusa para quedarte», le comenté. Él se encogió de hombros y asintió con la cabeza. «¿Te atreves a decir ahora que en diciembre de 2024 te marcharás?». Tras unos instantes de duda, respondió sonriendo, con relativa naturalidad: «Si lo hago, nadie me va a creer». El próximo mes de diciembre, Quico Catalán será reelegido presidente del Levante UD, un club que, ahora mismo, atraviesa un momento sensacional y tiene un futuro extraordinario a la vista... siempre y cuando no equivoquemos al camino. Y para ello, en mi opinión, hay una premisa básica: que el presidente no abandone, mentalmente, su condición humana.

*Sin Tregua, además de radiar todos los partidos del Levante UD, se emite en directo en la 97.7 Radio Levante de lunes a jueves de 20:00 a 21:00 y de 23:00 a 00:00 en redifusión.