Por la prensa. Así se enteró Vicente Blanco 'Tito' de la decisión de su presidente, Quico Catalán (una auténtica incógnita, como todos sabemos) para empezar a valorar su futuro, es decir, el del actual máximo responsable de la parcela deportiva, cuyo contrato expira en junio.

De este hecho, se extraen numerosas conclusiones. La primera, y más evidente, que la continuidad del actual director deportivo no es una prioridad, que su figura, en la mente de los actuales gestores del Levante UD, no es relevante para el futuro del decano valenciano.

Una decisión incomprensible

Sólo así se entiende que un club que está firmando contratos por 4 temporadas a sus jugadores como tarifa estándar y cuya directiva adelanta las elecciones para poder trabajar en sus nuevos objetivos con 5 años de margen, aplace la decisión sobre la principal figura de su estructura deportiva, la que en teoría debe confeccionar la plantilla de la próxima temporada, a 8 meses y medio de la finalización de su contrato.

Hasta dónde yo sé, el Levante UD es un equipo de fútbol, e incluso si queremos valorarlo exclusivamente a nivel empresarial, sus resultados deportivos son, obviamente, de una importancia capital. Por ello, es del todo incomprensible, salvo que se pretenda prescindir de Tito y se esté jugando a ganar tiempo, que la estabilidad de la dirección deportiva sea el último tema del curso.

Agradecimiento bidireccional

Dice Tito que, pase lo que pase, le estará eternamente agradecido a Quico por haberle dado la oportunidad de dirigir la parcela deportiva de un club de élite. Siendo ello comprensible, en mi opinión, el agradecimiento debería fluir multiplicado en la dirección opuesta. No en vano, recordemos que el actual director deportivo aterriza en Orriols en el momento de mayor cuestionamiento público del actual presidente.

Con el equipo recién descendido, Quico salvó el match-ball utilizando a Manolo Salvador como cabeza de turco, incluso cuestionando públicamente a su amigo («Por momentos, Manolo dejó de ser Manolo», llegó a afirmar para justificar su decisión). La realidad era que se lo jugaba todo a una carta. No había más escudos. O se ascendía de manera inmediata, o la estabilidad económica volvería a peligrar, y su presidencia, más aún.

Y ahí apareció Tito, para liderar la confección de una plantilla que arrasó en Segunda y hoy es parte fundamental del equipo en Primera. No nos engañemos, la carta de servicios de Tito es objetivamente incuestionable. Dos objetivos marcados (ascenso y permanencia), dos éxitos. Y el tercero, la consolidación del Levante UD en la máxima categoría, en marcha.

Una tranquilidad que altera

El problema es que, en un mundo de ruido, donde todos creemos (directivos, periodistas, aficionados...) saber más que los profesionales, la tranquilidad de Tito altera. Y eso le perjudica. No es gracioso, no compadrea con bravuconadas, no se deja marear. Es un tipo firme, familiar, amable y respetuoso. Aburrido, en definitiva, para este ámbito circense.

Con sinceridad, creo que quienes le quieren fuera, y agitan para ello el cóctel de lo emocional con una patética voluntad conductista, no lo hacen, ni mucho menos, pensando en el bien del Levante UD, porque sus resultados son incuestionables. Plantillas sanas y competitivas, objetivos cumplidos, muchos más aciertos que errores en los fichajes (yo esperaría un poco a opinar sobre Vukcevic, no sea que a alguno le vaya a pasar como el año pasado con Boateng, Cabaco y CabacoLukic, la reactivación de la negociación con Jason la histórica apuesta (de Tito, no busquen más padrinos) por Paco López en el momento más difícil.

Ahora, en lugar de reconocer su labor y darle la misma tranquilidad para trabajar que con tanta facilidad se regala en la parcela propia, el Consejo ha decidido poner a prueba (una vez más) la paciencia de un director deportivo con el que no conecta, olvidando que Tito no está aquí para reír gracias ni abrazar egos, sino para contribuir a hacer más grande al Levante UD. Justamente lo que viene haciendo, en concreto, desde su llegada.