A la basura, al fondo del cubo de la basura tiró ayer Esteban Ocon las aspiraciones de victoria de Max Verstappen. El piloto holandés estaba firmando una magnífica actuación gracias a esa agresividad que siempre muestra y al tremendo mimo con el que su RedBull trata las gomas Pirelli. El francés de Racing Point Force India, después de cambiar sus neumáticos intentó desdoblarse del líder. Lo malo para Max fue que Ocon no encontró otro sitio peor para hacerlo que las enrevesadas eses de Senna. Y así de optimista, en la vuelta 44, le arreó un golpetazo tan fuerte al líder que trompeó. Verstappen perdió el liderato, nueve segundos en el lance y la muy posible victoria en la carrera, además de sacar el dedo al de Force India y gritar en la radio: «¡Qué idiota, qué idiota!» A Esteban, que le cayeron 10 segundos de penalización con parada en boxes incluída y tres empujones de parte de Max tras salir del coche. «Ahora lo arreglo en el padock?» ya anunció en la radio a su ingeniero al acabar la carrera.

Era así como en los años 80 algunos resolvían estos «despistes»: a base de puños. Eliseo Salazar se llevó por delante al líder y seguro ganador del Gran Premio de Alemania en Hockeheim del ya lejano 1982. Nelson Piquet salió de su Brabahm y agasajó al torpe Salazar con una ensalada de bofetadas.

Max no debió golpear a Esteban. La idiotez de Ocon quedará en los anales de la historia de la Fórmula 1 El francés sustituyó a Mansell en Monza en 1988. A pesar de su experiencia en otras categorías -fue doble campeón del mundo de resistencia- su torpeza sacó al líder, Senna, fuera de pista y sin poder conseguir la única victoria que se le escapó a McLaren en 1988.

Max es el futuro y solo puede torcerse si Honda no da la talla en 2019. De momento, en RedBull las cosas apuntan a lo más alto: son los mejores con el motor Renault, consiguiendo victorias, siempre que la idiotez de otro piloto no lo impide. De momento, Mercedes es el que sigue brillando con su nuevo título de constructores.

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