Ya saben que Pavlov era un tipo que tenía un perro, y en sus experimentos de reflejo condicionado, descubrió que al animal se le hacía la boca agua si oía el timbre de llamada de la comida, aunque luego lo matara de hambre, solo para comprobar si se le ponían en marcha las tripas antes de hora. Bueno, esto es un resumen tremebundo, que comportaría el 'cate' en el examen de EGB (aunque no estoy tan seguro de que ocurriera lo mismo si fuera de la ESO). También comportó la muerte de hambre del pobre perro, aunque a cuenta de un valioso descubrimiento para la psicología y la psiquiatría, cosa que a los animalistas no les consolará: ante un estímulo repetitivo, aunque no fuera precisamente el de dar de comer, se podían condicionar las respuestas del comportamiento. Apasionante.

Compulsión

Luego, otros eruditos desarrollaron el asunto, como Skinner (no el ayudante del señor Burns, precisamente), que se divirtió mareando a una rata en una caja. Le daba a una luz, y si la rata accionaba un botón, le daba de comer. Y si no, la castigaba. La rata aprendió a pulsar cuando tenía hambre, pero cuando le dejó de dar 'chichi', aunque apretara, la rata decidió apretar compulsivamente. Estos experimentos explican muchas cosas. Por ejemplo, las conductas de los humanos en los juegos de azar. También explica las burbujas inmobiliarias. «Compra, compra, compra». «Vende, vende, vende». Y los créditos a los bancos. Y, por supuesto, las relaciones humanas en general, y las relaciones amorosas complejas en particular. Aprietas el mismo botón que antes te daba premio, y ahora no. Esa pérdida de orientación lleva al ser humano al fracaso.

Suerte

El asunto de los reflejos condicionados explica muchas manías. Utilizar los mismos colores, la misma corbata, la misma gorra que te da suerte. El tema es que sólo recuerdas cuando te dio la buena, no la mala. Me hace gracia lo de desear suerte, eso que no existe y obedece a la estadística. Vas a echar una quiniela y te dicen: «¡Suerte!». Yo siempre me detengo, me giro y le digo: «Especifica cuál de las dos me deseas». Del mismo modo, Marcelino y su equipo parecen repetir patrones de conducta inductiva. Siguiendo los mismos principios, las mismas rutinas, usando a los mismos jugadores, el mismo sistema, haciendo los cambios en el mismo minuto 70, uno arriba, uno abajo, pulsando el mismo botón están convencidos de que, tarde o temprano, los resultados llegarán (la comida).

Teclas

En esa fe ciega en unos principios poco alterables, muchos aficionados mantienen (mantenemos) la fe, por ejemplo, en Parejo, o en comer a la misma hora el día del partido, de la misma manera que un jugador no pisa las líneas blancas del césped, u otros se cambian el peinado. El problema es que no hay una manita externa que decida si te da la victoria o no. Esa manita, en gran parte, eres tú. Es el propio equipo. Es una mano compartida con otro equipo enfrente, con el árbitro, el VAR, e incluso con el factor ambiente. No puedes cambiar nada de los otros dedos, pero puedes cambiar el que pulsa a tu equipo. ¿Qué tecla cambiar? Si contra la Real te da resultado, contra el Rayo también, pero luego Ronaldo en la Juve te hace una finta, un zigzag, centra y Mandjukic marca, con Fellaini haciendo voleibol en Manchester, tienes que saber que hay que intentar cambiar cosas.

Bernabéu

Pero si a los pocos días compareces en el Bernabéu sin fe ni alma, apaga y vámonos. El Valencia CF salió a verlas venir, y se la metió Valencia CFWass. El problema no es quién se mete el gol, sino cómo llegan a meterle semejante gol. Balón a la olla y Paulista, el infranqueable, el insustituible pero, en el Bernabéu, tarjeteado, entra ante Carvajal como mi tía al autobús de la línea 80. Una primera parte nefasta en ataque, con un tiro de risa de Parejo, y luego una segunda parte más valiente, con el equipo a la épica, como al Valencia le gusta. El problema es que al Real Madrid también le va la samba. Y tiene mejores bailarines. Batshuayi falla, Santi Mina la manda a las nubes, pero Benzema para el tiempo un par de segundos, Butragueño style, y la sirve en bandeja a Lucas Vázquez para que se acabe el cuento.

Fracaso

Hemos pasado de poder haber estado prácticamente clasificados en Champions y a punto de caramelo para asaltar la Liga superando en clasificación al Madrid, a estar a cuatro puntos del descenso, con rivales próximos como el Ebro en Copa y, ojo al asunto, el Sevilla líder, para salvar la cosa antes de navidades. Un desastre. Un fracaso de planificación en pretemporada y fichajes, y todos los dardos apuntan al entrenador, que es responsable de la planificación de plantilla más ad hoc que recordamos por estos lares. Esto no es mala suerte. Esto no es una racha. Esto es un patrón. La caja deja de dar rédito, pero no podemos quedarnos quietos dándole compulsivamente al botón de la comida. Porque esto no es un experimento. Y en el año que estamos, menos.

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