Ya ha aterrizado River Plate en Madrid, con lo que, con la llegada un día antes de Boca Juniors, ya tenemos a los dos contrincantes de la final de la Copa Libertadores de 2018 en la capital de River PlateBoca JuniorsCopa LibertadoresEspaña, para jugarla hoy domingo. Madrid tendrá todos los ojos del mundo fijados en ella, porque esta final proviene de otra no-nata que debió disputarse en el Monumental de Buenos Aires. Sin embargo, unos 'aficionados' (sic) apedrearon el autobús de Boca y gases lacrimógenos entraron en el mismo y dañaron a varios jugadores bosteros.

Muchas voces se han lanzado a negar esta final madrileña, sobre todo desde Argentina, por creer que se le quita algo a la Libertadores. Riquelme, ex jugador del Villarrealque, como el mate, los asados, el dulce de leche, etc. son parte de Argentina y que quitar el Superclásico era como desgajar algo del país.

Es cierto que son los dos equipos más importantes de Argentina y, también, de Sudamérica, y comprendo que exista una insatisfacción en que se celebre fuera de su sitio natural y, no lo olvidemos, reglamentario. Sin embargo, después de posponer primero por horas, luego por días, esa final, no quedó más remedio que o bien darla por acabada y por vencedor a uno de los dos equipos o celebrarla en otro lugar.

No entraré ahora en la razón legal de unos u otros, ya que es algo que, lo más seguro, tendrá su continuación en procedimientos judiciales, a pesar de que esta noche se dictamine quien sea el campeón y quien vaya al mundial de clubes que se celebra unos días más tarde. Y es que, sea quien sea quien gane, los dos vienen algo forzados al partido.

Así, tanto Boca, que se cree ganador legítimo, porque lo acaecido no fue su culpa, como River, que también se cree con derecho a jugar el partido en su cancha, o al menos en Sudamérica, han llegado mostrando la patita blanca pero con resignación de jugar la final, aunque reservándose sus derechos, como lo han recordado bien alto y por escrito ambas entidades. De hecho, ayer sábado, el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS), ha rechazado las medidas cautelares que Boca solicitó, intentando que no se jugara el partido.

Por lo tanto, si bien parece que se jugará la final y habrá un campeón, también están preparándose las armas legales para el caso de que no resulte vencedor quien cree, ya y de antemano, serlo. Esta final con freno puesto, como podría titularse, tiene otras connotaciones, como es que haya sido designada como partido de alto (altísimo diría) riesgo, y que el ministerio del interior de España, además de las entidades locales (ayuntamiento y diría que también la comunidad de Madrid), están preparadas para lo peor, aunque esperemos que sea lo mejor y que no hay más incidentes que los habituales en un partido de estas características.

Estaremos atentos a lo que ocurra porque, pensémoslo detenidamente, este partido podría ser el comienzo de una nueva era, donde los organismos regidores del fútbol piensen en deslocalizar los encuentros más peligrosos o que tengan riesgo. Y eso no es tan extraño, ya que los partidos de Ucrania de la Europa League se han jugado en lugares distintos en su última jornada, por los roces entre Rusia y aquél país.

Y, no más lejos que ayer mismo, cinco partidos de primera división de la liga francesa de fútbol, más alguno del campeonato de Europa femenino de balonmano se han anulado o trasladado a un día después por culpa de las manifestaciones de los gilets jaunes, los chalecos amarillos, en distintas ciudades galas.

Es decir que los movimientos políticos o los deportivos tienen incidencias y se están viendo cada vez más, por lo que la ciencia ficción que puede parecer el jugar una final de la Copa Libertadores en un continente distinto podría ser solo el comienzo de un nuevo tiempo, para intentar desalentar a la violencia o para proteger al deporte de ella. En fin, que duros tiempos parecen esperarnos si no hay mayor contención en las disputas de todo tiempo, con más parlamento y menos terror.

Cerremos este día que espero sea grande para el fútbol, con una recomendación, que no es otra que un excelente libro de Ignacio Peyró, 'Comimos y bebimos', que servirá, sin duda alguna, para calmar ánimos...

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