Con la muleta de la conclusión de la primera vuelta de la Liga, los distinguidos referees españoles, los administradores del VAR, se han puesto solemnes para hacer un primer balance de lo que en nuestros tiempos mozos llamábamos campeonato de invierno. Han tirado de estadísticas para presentar un panorama optimista del asistente tecnológico: 2.280 jugadas chequeadas, 58 correcciones, 93,45% de acierto. Por resumir algunas de las cifras, que muchas más han facilitado. Conclusión: casi tan infalible como el Santo Padre, el Romano Pontífice... Recordemos lo de la relatividad de las estadísticas para convenir que estos medidores de comportamientos medios pueden esconder, y de hecho esconden, sobre todo en el caso que nos ocupa, verdades a medias. Por ello, y sin caer en dogmatismos, me atrevo con algunos comentarios y sugerencias.

En ese cómputo del Comité Técnico de Árbitros hay un buen número de revisiones banales, intrascendentes en el desenlace de los partidos y un número de fallos crítico y decisivo en el resultado de algunos encuentros. Primera gran cuestión y protesta airada y entendible de varios equipos. Segundo asunto, no menos trascendente. La aplicación del VAR ha establecido dos categorías de jueces, los de arriba y los de campo, que intercambian funciones en las distintas jornadas del campeonato: cuando pitan unos y otros le dan a la moviola y viceversa. Es decir, todo queda en casa en ese intercambio de funciones, con la sospecha de un tinte encubridor: hoy por ti mañana por mí. En este caso, además, ya se escuchan voces autorizadas que propugnan la división del cuerpo para que en la sala de máquinas sólo ejerzan árbitros retirados, de reconocido prestigio, experiencia y autoridad. Sigamos. Punto creo de general coincidencia, ¿por qué hay ciertos lances del juego en el que los jueces de campo se niegan a revisar? Ya sabemos lo del error claro y manifiesto, pero, ¿tanto cuesta dar satisfacción al sancionado y evitar así dudas, suspicacias y protestas?

Recuerdo el caso del tenis y su ojo de halcón, donde cada jugador tiene derecho a un reducido número de revisiones. ¿No debería hacerse también así en el fútbol a instancias del capitán de cada equipo? Una en cada tiempo. Nunca he sido un apasionado de este Video Assitant Referee. A mí me gusta más el arbitraje de siempre, el fútbol en estado puro, con sus broncas, sus yerros y equivocaciones. Por cierto, no muchas más que las del VAR. En concreto los árbitros se equivocan solo un 8% más. No obstante, he de reconocer que esta primera experiencia, dentro de lo que cabe, no me ha disgustado. No detiene excesivamente el juego, reduce -no minimiza, ojo- el número de errores y salva casi siempre in extremis la interpretación del árbitro, que es la ley de suprema de este maravilloso enredo. Dicho lo cual, yo aceptaría sin problemas lo apuntado si se atienden, sobre todo, las razones que apuntan aquellos a los que el conocimiento del fútbol, alejadas pasiones, no les hace perder la perspectiva.

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