Una de las cosas más bonitas de jugar en Europa es que sitúa a una localidad en el mapa, para muchos habitantes del planeta. Por mucho que nos cueste aceptarlo, la consecuencia inmediata de no estar en el epicentro futbolístico es que la gente de fuera se olvida de dónde está València, del mismo modo que mucha gente de aquí no sabe situar en el mapa oportunamente Padua o desconoce la diferencia entre Liechtenstein y Lichtenstein. Saben que la terreta existe, eso es indudable, y que está en España, pero no te sabrían decir si tiene puerto o no. El fútbol, por tanto, genera conocimientos geográficos y culturales. La geografía nos la dieron muy mal en el colegio, y aún peor la están dando ahora. El personal, en general, confunde Helsinki con una marca de cerveza.Cabos

Solo la generación de los abuelos sabría decir de carrerilla los cabos y golfos del relieve peninsular. «¿Para qué?», se preguntaban entonces. Todo tiene un rendimiento futuro. Quizá sirviera para ubicarte, para encontrar tu lugar en el mundo, para encontrar tu propio eje. O simplemente para no necesitar usar el tom-tom de mayor. Con la llegada del Celtic, la ciudad se nutrió de nuevo de un grupo sonado de turistas. Estos sujetos hacen el pequeño agosto de bares y comercios gastando sus eurines en la contornada. Lo bueno de los británicos es que beben como cosacos, lo que supone un derroche de cerveza en dos días equivalente al que nos beberíamos los oriundos en un mes. Lo malo es que los únicos humanos que sabemos beber somos los españoles.

Melopea

En mis numerosos viajes a las islas británicas he tenido oportunidad de constatar la contradicción que supone verles beber: es un acto no sólo social, sino cultural. Es habitual observar a padres e hijos deglutir pintas mientras hablan de su vida bajo cualquier premisa, e incluso sin necesidad de comer algo. Una melopea forma parte de la anécdota familiar en una sobremesa. Aquí, ante los niños estos temas es mejor no tratarlos. Jamás un padre reconocerá que de joven pilló una cogorza de órdago. Los españoles bebemos, como cualquier hijo de vecino, y en ocasiones nos sobrepasamos, especialmente a las edades del botellón. Pero, salvo excepciones, no nos solemos violentar demasiado. En una discusión nocturna, un «¿qué?» conlleva la respuesta... «¿Qué, de qué?» Lo que a su vez nos brinda un «¿qué, de qué, de qué?». Luego mides las consecuencias legales de tus actos, un colega te separa y te vas al catre con sensación de victoria.

Actitudes

Dos británicos observando esta escena desde la acera de enfrente se marcharían consternados sin entender nada. Pegarse, en algunos sitios, es parte de la fiesta. Aquí, rara vez llega la sangre al río. La llegada de una 'marea verde' de 10.000 seguidores escoceses no es moco de pavo. Sólo seis detenidos en la Gran Vía es una estadística positiva. Aun con todo, no podemos relajarnos, porque hubo lío y enfrentamientos con la Policía Nacional, y presuntas actitudes delictivas, algunas bajo el sucio paraguas de la masculinidad tóxica. Leo que, en Benidorm, varios hinchas del Celtic prendieron fuego a un bar de los Rangers. Benidorm es como Narnia, un mundo aparte donde los británicos hacen su agosto durante doce meses, y el deporte nacional de alguno es saltar del balcón a la piscina. Aquí, se nos cayó un aficionado ebrio por el puente de las flores (esperemos que esté recuperado), y en vez de un selfie casi se hace un c'est fini.

Suerte

Ahora toca ir a Krasnodar. ¿Alguien sabe ubicarla en el mapa? Si no es así, vaya al párrafo primero y vuelva a empezar, hasta que lo aprenda, que para eso estamos jugando en Europa. Rusia es más Europa desde un punto de vista geopolítico que geográfico, pero esto es una opinión muy particular. Se nos pone el cruce de octavos muy favorable, con la eliminatoria solucionada a las puertas de las Fallas. Definitivamente, este año la Europa League tiene un olor especial. No tanto la Liga, donde Marcelino sigue sin encontrar la tecla. Sus ruedas de prensa son una repetición incesante de conceptos basados, principalmente, en la mala suerte. No falta suerte. Falta fútbol. Pero, aun así, hemos llegado a una entente cordial de «dejar hacer, dejar pasar, el mundo funciona por sí solo», el famoso laissez faire, laissez passer de Vincent de Gournay.

Alarmas

Del mismo modo que esta práctica defendía el no intervencionismo del estado en asuntos de economía, hemos llegado a un acuerdo social en el que el club y los aficionados van a dejar hacer las cosas, porque es peor menearlas. Pero el partido contra el Espanyol encendió de nuevo las alarmas. El tiro más claro fue el remate de Parejo. Pero si con tres ocasiones tuviéramos que meter una, el Valencia tendría mejores estadísticas que el Barça o el Madrid. El equipo siempre se ha caracterizado por necesitar muchas oportunidades para materializar goles, y no es habitual ver marcadores escandalosos a favor. Hoy, contra el Leganés, tres puntos nos separan. Buena metáfora de la diferencia de nivel es que ganáramos por tres goles de ventaja.

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