Decía el Barón Pierre de Coubertin, el creador de los modernos Juegos Olímpicos, que lo importante no era ganar, sino participar. Parafraseándolo, diría que lo importante es saber ganar y perder. Y es que quizá el deporte moderno esté dejando de lado un factor importante, como es el que titula este artículo y, desgraciadamente, parece que no es así y la imagen que se deja a los niños no es la más adecuada.

Y es que me han preguntado por el gesto de Ronaldo tras ganar y eliminar al Atlético de Madrid que parece una copia del de Simeone Sabemos que la adrenalina sube en momentos de tensión y que se puede perdonar casi todo, pero los deportistas profesionales han de tener no solo un comportamiento técnico y físico sino también social o mental al más alto nivel. No se les pide que sean ángeles en su vida privada, si están cumpliendo con sus obligaciones de trabajo, pero cuando se produce su actuación en el terreno de juego, el que sea, han de ser capaces de mostrar un respeto, no solo al dar la mano al comenzar el partido sino durante todo éste.

Competir no es fácil, pero no solo en deporte y he vivido situaciones en la abogacía que no eran de recibo: saber perder o ganar es un clásico de la vida misma. Por ello, los gestos excesivos habrían de desaparecer o, si no es así, ser castigados. Así lo fue el de Simeone, con la UEFA sacando el hacha disciplinaria y una multa que cayó sobre el entrenador atlético.

Veremos qué ocurre con Cristiano Ronaldo y si la pequeña jurisprudencia del partido de ida se aplica en el de vuelta. La alegría por ganar un partido o pasar una eliminatoria no debe ser óbice para tener clase y dar ejemplo a los más jóvenes. A ese respecto, me viene a la (reciente) memoria la clasificación in extremis del Valencia CF, algunos llorando una clasificación perdida por unos pocos segundos y preguntándose cómo había pasado.

Los valencianistas dieron una muestra de clase, levantando a los adversarios, hablando con ellos y, después, celebrando como se debía su pase a cuartos de final de la Europa. Pero, del otro lado, los rusos del Krasnodar también supieron comportarse y, a pesar de su abatimiento, fueron limpios en la derrota. Ni tan siquiera su entrenador valoró negativamente al árbitro o al Valencia. Simplemente dictaminó que no sabía lo que había pasado y que debían haber mantenido más criterio defensivo.

La culpa se la echaba a él y a su equipo, pero es cierto que esa adrenalina de poder pasar por primera vez en su historia a cuartos de final de una competición europea no tuvo gestos nefastos. Así, una y otra eliminatoria nos dejaron ejemplos muy diversos. Obviamente, no todo puede ser inmaculado y habrá momentos de ira o de decepción que conlleven actos negativos, aunque cuanto más se ejercite un deportista en saber ganar y en saber perder, mejor se comportarán finalmente.

Es pues una cuestión de saber gestionar victorias y derrotas y ya hay personal cualificado en algunos clubes que ayudan a los futbolistas en ese sentido. Y no lo digo solo porque se puede dar buena imagen a un equipo o a un jugador, sino que los organismos deportivos son cada vez más reacios a dejar pasar estos comportamientos y que, finalmente, pueden resultan en inconvenientes disciplinarios para los clubes y futbolistas.

Y es que el control de esos organismos es férreo y lo será más, porque se vende una imagen que los patrocinadores y los espectadores 'compran' y que, si se deja degenerar, o que se acepta como algo propio del fútbol, podría (o digo más, será) ser negativa, tanto disciplinariamente, en un primer paso, como para el futuro mismo del fútbol.

Acaban de ser sorteados los cuartos de final de la Europa League y tenemos a dos equipos valencianos que han tenido la mala suerte de tener que enfrentarse en esa ronda, por lo que solo quedará uno. Siendo positivos, al menos habrá uno, pero o hubiera querido que se vieran en la final...Y, a la espera de esos cuartos, recomiendo el libro de Eduardo Verdú, 'Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo', donde se mezcla el fútbol, el espionaje y, por supuesto saber ganar o perder elegantemente, sea en la cancha o en la vida...

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