Se tomó el Valencia este envite con la intensidad que requería. Enfrente, Mordor. El equipo seguramente menos simpático de España, archirrival en estos últimos tiempos y, de postre, principal candidato ahora mismo a la cuarta plaza para Champions. Y el partido no decepcionó. Cada uno con sus armas ofrecieron un fútbol intenso, vibrante, sin muchas alegrías pero disputado al límite. El aficionado no necesita el jogo bonito para disfrutar, pero le resulta imprescindible sentir que abajo lo dan todo. Y así fue.

Bordalás vs. Marcelino

MarcelinoHay una sutil, pero inatacable, diferencia entre el juego de Bordalás y el de Marcelino. Mientras el primero se agarra a su defensa porque no tiene más remedio, el entrenador del Valencia es conservador porque vive con el miedo metido en el cuerpo desde que nació. Resulta difícil imaginar un Getafe mejor con los futbolistas de los que dispone. Comparar a Mata -limitado en técnica y velocidad hasta rozar lo cómico y, quizás por ello, favorito de Luis Enrique-, con Rodrigo o a Maksimovic con Parejo nos hace preguntarnos cómo pueden los madrileños estar seis puntos por encima en la clasificación de la Liga y ser firmes candidatos a escuchar el himno de la Champions el año que viene. Llegar a estas alturas con esa diferencia de puntos, jugárselo casi todo a esta carta y volver a empatar en casa no es fruto de la suerte, del árbitro o la casualidad. Es consecuencia lógica de que las cosas no se han hecho bien.

Un tiempo regalado

Volvió el Valencia a regalar medio partido. Parece imposible que este equipo juegue con ambición noventa minutos. Quizás debería el club pagar a su entrenador solo la mitad de su sueldo y ver, a partir de ahí, si se pone las pilas. El primer tiempo, con el Getafe muy adelantado -Bordalás es bastante más valiente que Marcelino hasta en eso-no encontraba el Valencia el camino hacia la portería contraria, preocupado como siempre en no perder de vista el retrovisor. El enjambre en el que convertían los madrileños el centro del campo hacía imposible cualquier alegría porque, además, nadie en banda conseguía desatascar el juego. Guedes y Gayà se estorbaban por un lado y Piccini nunca encontró en un Ferran muy desafortunado, lo más flojo con diferencia del equipo una vez más, el partner adecuado. Llegó el descanso y el ínclito Torres, desde el palco, se frotaba las manos.

Paso adelante

Dio el equipo un paso a adelante, por fin, desde la reanudación. Apareció Guedes en plan estelar, Rodrigo retrasó unos metros la posición para recibir, aumentó la movilidad arriba y Parejo, en plan Tom Brady, empezó a servir balones rápidos y precisos, al primer toque que domina como nadie, abriendo huecos que antes no se veían. Se vio un buen Valencia. Todos arriba, salvo Ferran, que se movió siempre como un juvenil, parecían capaces de liarla en cualquier momento. Rodrigo la tuvo y muy clara, pero le faltó puntería y mala leche. La salida de Cheryshev, víctima incomprensible de los caprichos de su entrenador, puso aún más madera en la locomotora. Se intentó por tierra, mar y aire. Pero el Getafe es una roca y tiene en Djene a una auténtica pantera negra capaz de llegar a todas partes con esas piernas de titanio que lo catapultan como una flecha. Quien menosprecia a este equipo es que no lo ha visto jugar o que directamente confunde la gimnasia con la magnesia. Lo que hace el Cholo, con futbolistas comprados a 70 millones unidad y engañagradas tipo Griezmann Lo que ha conseguido Bordalás con esa plantilla es espectacular.

Cabreados

Y sí, Gameiro, yo entiendo tu cabreo. Y no estoy solo, doy fe. Y lo entiendo porque aquí parece que Mina tenga que jugar por decreto. Su aportación, todos la vimos y fue la de siempre. Unas cuantas faltas en contra para cortarle el ritmo a su propio equipo y las pérdidas de pelota de rigor en un futbolista que desespera al más pintado. Quitar a un futbolista capaz de hacer lo que, por ejemplo, hizo el otro día en Rusia en la acción del gol de Guedes para poner, ante un Getafe encerrado, al cortacésped traqueteante Mina es otra de esas cosas que explican por qué el Valencia corre serio peligro de quedar fuera de la Champions. Pocas veces ha dejado de merecer la victoria -al menos en palabras de su entrenador-, pero resulta que casi siempre empata y nunca es por cosas como dejar fuera a Cheryshev en favor de Ferran o poner en juego a Mina a soltar mamporros sin ton ni son, sino fruto de la mala suerte, el VAR o la falta de puntería. Cuando uno piensa que todo lo hace bien, difícil es cambiar.