Este Valencia CF Dice su entrenador, otra de sus tonterías, que eso es imposible, como si aquí acabáramos de llegar de Singapur y no tuviéramos idea de lo que va esto. En Sevilla se vio, así, a un Valencia conservador, cómo no, pero entero en el primer tiempo y a una caricatura insufrible en el segundo. Tres puntos que saben a gloria, desde luego, porque pusieron el postre a un segundo plato plagado de espinas y porque enfrente estaban el Sevilla y la afición más histérica de España, pero fruto de un ejercicio más que dudoso. Si Caparrós gana así, entra al vestuario bailando por bulerías y pidiéndole a Monchi la renovación. Pero el Valencia, por suerte, no es el Sevilla.

Los laterales

Del análisis global del partido sorprende la incapacidad de Marcelino para tapar los centros del rival, que llegaba a línea de fondo con balón controlado como si enfrente tuviera a un equipo de albañiles en pachanga dominguera. En las academias de fútbol, al menos en el siglo XX, una de las cosas que enseñaban a los tres días de empezar a ser futbolista es que los centros laterales deben ser evitados a toda costa. Luego, llegabas a casa y veías a defensas como Carboni, Camacho, Maldini o el Chapi Ferrer y te dabas cuenta de que, en efecto, ser extremo era una tarea bien complicada porque el lateral estaba ahí para hacerte la vida imposible. El Valencia, esta versión, se pasa por el forro de los caprichos más de un siglo de historia y convierte en internacional a cualquier extremo medio habilidoso. Ayer Navas encontró una autopista por su flanco, mientras en el otro, Promes primero y un tal Bryan después pusieron uno y mil centros, con una facilidad lacerante hasta convertir en ridículo cualquier argumento de defensa del planteamiento visitante. Los laterales, Gayá y Wass, quienes tenían que ayudar en la cobertura se fumaron un puro de principio a fin y quien no supo organizar eso desde el banquillo debería algún día asumir que algo no hace bien si a estas alturas no sabe organizar una cobertura defensiva en condiciones. Que el Sevilla no acabar embocando una de sus mil ocasiones entra más en el terreno de lo esotérico que en el análisis de lo deportivo.

Por el centro

En el otro lado de la balanza, la columna vertebral del equipo funcionó. Los centrales estuvieron inmensos, en especial Garay. Cuestionable fue que tiraran la línea tan atrás que, en muchos tramos del partido, se defendía sobre la frontal del área pequeña. El Sevilla conseguía romper el entramado defensivo con una facilidad pasmosa y tal vez ello obligaba a recular hasta casi chocar con Neto. Parejo en el primer tiempo y Kondogbia en el segundo se multiplicaron para hacer lo que ni Soler, otra vez flojísimo, ni Guedes o GuedesCheryshev, eran capaz de aportar.

Arriba

El planteamiento del Valencia lo esperábamos casi todos. Aguantar atrás y buscar el contraataque. Tuvo dos muy claros. En el primer tiempo desperdició la maniobra tras mala elección de Rodrigo, que estuvo muy impreciso siempre. En el segundo, RodrigoGameiro Uno intenta recordar alguna intervención del debutante portero sevillista y le falla la memoria. En la refriega la igualada primer mitad, los visitantes mostraban más peligro, pero no acabaron de concretar hasta el regalo de Banega. En lo que vino después, el tiro al palo de Gameiro fue un faro en medio de un océano de incapacidad, pierna temblorosa y falta de personalidad de quienes tenían que poner fútbol y pausa.

Gracias, Caparrós

Habrá que darle las gracias, por tanto, a BanegaSin ese penalti, mucho cuesta imaginar al Valencia embolsando tres puntos que, por bien que conquistados a trancas y barrancas, colocan al equipo en plena pelea. Visto lo visto, ya no se trata de ser el mejor sino de intentar ser el menos malo de los cuatro que buscan meter la cabeza en Champions. Ninguno está para tirar cohetes. Tampoco el Sevilla, que difícilmente se va a encontrar delante a pardillos como los que ayer tuvo intentando tapar a Navas.

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