Aquí viene el diluvio», que cantaba Peter Gabriel. Y tanto que vino. Cayó en Mestalla como lo hace en la gota fría, y dejó a los jugadores y aficionados a merced de la inclemencia. Aunque desde que el fútbol es moderno, la calidad de los campos impide que se monten los lodazales de antaño. Como yo soy un clásico para algunas cosas, no acabo de saber si eso es bueno o no. Entiendo que para la práctica del balompié estético es maravilloso que la yerba absorba el agua como una bayeta. De hecho, hay que dar la enhorabuena al encargado del césped, porque el fútbol no se vio perjudicado. Aún así, yo echo de menos el deporte de barro y batalla, donde cambiaban las reglas del juego. Ninguno de los dos equipos se habría visto favorecido, pero habríamos visto otro partido.Estilo

El Villarreal Pero en esta eliminatoria, el Valencia también ha sido como un torrente. Principalmente de goles, porque si hay un equipo que sabe a lo que juega, es el equipo de La Plana. En toda la competición se han comido sólo dos derrotas, pero ambas han sido contra los che. Los blanquinegres han exhibido un derroche de goles, como si nos sobraran. Tradicionalmente, el Valencia CF nunca ha ido sobrado de pólvora, por muy contradictorio que pueda parecer con la idiosincrasia del pueblo. Metió gol hasta Lato

Emery

El estilo también le ha costado caro al Levante, porque juegan bien, arriesgan y van a por los partidos, con linea de tres centrales, son mejores que el rival en gran parte del tiempo de partido, pero van ahogados en la clasificación. El València, por contra, supo recuperarse del bache inicial y vapuleó con su mejor arma: la efectividad. El fútbol es cruel, y ser prácticos es lo más valorado. Que se lo digan a Emery, no muy bienvenido en la terreta, a pesar de tener la insignia de oro y brillantes. Pero, aunque nos dejaba siempre cuartos, no era práctico en los duelos contra los grandes, y tampoco sacó el rendimiento total posible a la, probablemente, mejor plantilla en décadas. Su celebración cuando entrenaba al Sevilla y nos dejaron KO en el último minuto tampoco le hace merecedor de la ola, cuando regrese a Mestalla.

Reparto

«Eres un millar de mentes en un instante». Esta frase también la canta Peter Gabriel en su canción, que por otra parte nada tiene que ver con lo que nos compete. Pero la escucho y pienso que esa debe de ser la sensación de un jugador de fútbol cuando está en armonía con la grada. Una grada que ha visto premiada su fidelidad en el sorteo de reparto de entradas para la final de Copa del Rey. El sistema es el que es, y no hay ninguno que sea perfecto. Lo importante es que haya sido transparente. Es imposible que nos toque a todos, así que enhorabuena a los premiados, y que los precios del AVE les pillen confesados. Como siempre, los grandes lobbies, imperios, emporios y amperios se aprovechan de la ilusión del humilde socio para hacer sus agostos respectivos.

Imprevisible

Pues al final, vamos a la final y a otra semifinal. Todo en disonancia con tres cuartas partes de la temporada, porque no teníamos muchas posibilidades de llegar a buen puerto, este año. Por eso mola tanto el fútbol. Y por eso es tan difícil de exportar la afición a EE.UU. Por supuesto, no pueden entender un deporte en el que se pueda acabar 0-0, después de hora y media. Pero además no se puede concebir empresarialmente que un equipo pueda arruinarse, quebrar o desaparecer por bajar de división. Y esa es precisamente la gracia. Da igual que hagas las cosas bien. En muchos casos, no depende de los méritos el resultado final de la temporada. Importa hacerlo bien, pero está todo muy igualado. La fina línea que divide el éxito del fracaso se decide porque el portero adivinó el penalti.Sistema

El fútbol es mejor que una serie, porque el desenlace es imposible de predecir. La tensión se vive hasta el último minuto, y no sabes si va a acabar en comedia o en tragedia. Esta tarde, contra el Betis, ya sabremos cómo ha quedado el duelo en la cumbre entre Getafe y Sevilla. Cualquiera que sea el resultado, será favorable para nuestros intereses. Pero nosotros debemos ir a lo nuestro, sin estar pendiente de nadie más. Somos nuestro propio enemigo o nuestro mejor aliado, según como nos pongamos. Lo de las parcelas de Mestalla y el cambio de estadio son el perfecto paradigma de nuestra personalidad. Podemos hacerlo muy bien o muy mal, dependiendo solo de nosotros. El Betis de Quique Setién también es uno de esos equipos esclavo de la estética, de una manera de jugar, vaya por delante o por detrás en el marcador. Aprovechemos que nosotros, con Marcelino al frente, somos más de golpear primero y preguntar después.

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