La semana pasada hablábamos de la semifinal contra el Arsenal como de 'la batalla de las termópilas' pero, en el fragor de la arenga, no nos acordamos de que la cosa acabó mal para los espartanos de Leónidas. Al final caímos, pero no luchamos del mismo modo que los 300. Sucumbimos de mala manera, dejando al raso nuestras carencias de todo el año. Fue un perfecto ejemplo de lo que ha sido el equipo durante las tres cuartas partes de la temporada. Más débil de lo que sus nombres indican, timoratos en defensa y con agujeros en la red. Siete goles en dos partidos es para hacérselo mirar. Pero hay aspectos que no hemos valorado previamente en el despliegue del mapa militar de la zona.

Video

Cierto es que los de Londres tienen a dos flechas, de los que ya avisamos. La sociedad Aubameyang & Lacazette tienen una empresa de reformas, y ponen pladur donde Emery deja los agujeros. Al otro lado, Gameiro dejó claro que es un jugador de clase estratosférica, que no le tiemblan los tacos para afinar. Pero estuvo solo. Jugadores como Neto, Rodrigo y la triple G (Gayà, Gabriel, NetoRodrigoGayàGuedesNi mucho ni poco, ni para comerse el coco. Así, de poco sirve el jaleo de un video viral llamando a Mestalla a responder. Este tipo de exaltaciones de la afición hay que hacerlas con tiento. Llevamos toda la temporada escuchándolas. Pero lo que no puede hacer Mestalla es marcar los goles. Como mucho, el primero, como así sucedió, a base de presión, igual que Anfield. Pero luego, solo podemos delegar en el equipo.

Mazazo

Hay algún factor más que se nos ha escapado. El partido me pilló en Madrid, por motivos laborales, y tuve que ceder mi asiento en la grada. Me fui a un bar irlandés de Malasaña, centro neurálgico del Liverpool en la capital. Pensé: «No irán con el Arsenal, pero seguro que hay más ambiente que en cualquier bar de tapas con un dueño del Atleti». El mazazo me lo pegó el equipo con el 2-1, aunque tengo dudas sobre cuándo fue el momento en el que el equipo bajó los brazos: si ahí, o previamente con el empate. El caso es que me merendé la derrota con derroches de dignidad y lúpulo, y al acabar me acerqué a felicitar caballerosamente al único seguidor con una camiseta de los gunners. Era un irlandés maduro, aparentemente formal y educado. Pero de su boca sólo salió porquería: «Odio al Valencia».

Hincha

«¿Y eso?», respondí sorprendido. «La afición hizo gestos racistas a nuestros jugadores. No deberíais consentir eso». Tenía razón, fue lamentable, y le comenté que no se puede condenar a toda una afición por unos pocos. «Ah, es imposible que estos dos equipos se lleven bien jamás», espetó. Intenté comentarle que no es el Arsenal el foco de la ira valencianista, precisamente. Me hizo ademán de incredulidad. Aún volvió a la carga con el tema de los gritos, y vi que era imposible conseguir de él una sola concesión, así que dejé caer que no son ellos quienes nos tienen que dar lecciones de civismo en el fútbol. Los ingleses en general han aprendido a hacer las cosas bien, pero a costa de muchos disgustos previos. La cosa se ponía tensa, y no ayudaba mi camiseta azarosa del... Liverpool. Me largué antes de socarrarme, pensando en el ahorro de un penoso y prohibitivo viaje al lejano Bakú.

Orgullo

Pero me hizo ver algo: para ellos, había una cuestión de orgullo y dignidad que nosotros no supimos ver. Nos tenían muchas más ganas que nosotros a ellos. No suelo extrapolar el factor individual al general, pero en este caso sí lo hice, porque probablemente no hemos sido capaces de entender que venían con el orgullo herido. A partir de ahora, ya sabemos que quien siembra injurias al viento recoge tempestades en forma de goles. Los aficionados que van a los desplazamientos deben entender que, pase lo que pase, son la imagen de toda la afición, y nos juzgarán a todos por lo que ellos hagan, del mismo modo que decimos erróneamente que los ingleses son unos salvajes porque unos cuantos, que siempre son los mismos y suelen viajar sin entrada, destrozan el mobiliario urbano y hacen el bestia, amparados en la excusa del fútbol.

Champions

Hoy, en fin, entramos en la recta final de la Liga. Tenemos una oportunidad inmejorable para aferrarnos al cuarto puesto, porque vamos a disputar el duelo más sencillo de los tres candidatos a la última plaza Champions. El Getafe visita Barcelona, nada menos y el Sevilla. Bueno, la periferia, que el Wanda no está en Madrid. Jugamos en Mestalla, y debemos sobreponernos al bajón anímico del jueves, dando cuenta de las virtudes que nos han dado el arreón final. La Champions es otra cosa, Europa en general requiere equipos más sólidos, pero de los tres en liza, y a pesar de nuestras carencias, el Valencia es quien más puede dar la talla. Pongamos la pica en Flandes, y luego que el equipo ejecutivo de Lim se estruje los sesos para mejorar esto.

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