A Pucela fuimos con la moral del que sabe que solo tiene que dar el último arreón. Lo sabían en Getafe, lo sabían en Sevilla, y lo sabían en la China. La Liga es la competición más justa, porque la suerte, buena o mala, tiene muchas oportunidades de compensarse y autorregularse. Así que, a la postre, si no nos hemos subido hasta el último momento al carro de la Champions es porque no nos lo merecíamos. Pero, como los estudiantes mediocres, hemos dado el arreón final, la empollada padre, y hemos sacado un notable. Tampoco más, no nos vengamos arriba, que al fin y al cabo hemos cumplido con la exigencia mínima que esta plantilla y este presupuesto tienen con su afición y su historia. ¿Es un éxito? Más bien es un cumplimiento del deber. Pero estamos contentos porque el año pintó muy mal.

Profesionales

El partido se puso bastante de cara desde el principio, y los goles de Carlos Soler y Rodrigo vinieron de sendas cantadas en defensa. ¿Se podría considerar que el Valladolid bajó los brazos? No, si se ha seguido la evolución del equipo vallisoletano. Han tenido errores similares a lo largo de la temporada, y se han salvado por los pelos. Por otra parte, el VillarrealEn este tipo de partidos siempre se escuchan comentarios imberbes, pueriles, sin fundamento, pero los profesionales son exactamente eso: profesionales. Quien los conoce y ha tratado con ellos sabe que compiten hasta en las canicas. No he encontrado a uno sólo al que le dé igual perder que no perder. Por eso han llegado donde están, aparte de por su calidad. ¡Pero quién nos iba a decir que nos iban a sobrar hasta dos puntitos!

Guerra

La prueba de que se ha cumplido con la obligación que el peso del escudo conlleva es que, mientras escuchamos la autopromoción lógica de los protagonistas, la afición no para de mandar un mensaje: «Ahora, a por la Copa» o «Ahora, ¡a Sevilla!», sin apenas tiempo de saborear las mieles del éxito. Eso significa que el personal tiene hambre. Eso sí sería el exitazo padre, el sursum corda, pero delante está el Barça herido, tocado, y no sabemos si noqueado por los azares de su Champions. Qué pena da ver al poderoso no valorar los grandes éxitos por querer obtener el santo grial del fútbol. Como decían las abuelas cuando no nos comíamos la cena, «Una guerra, teníais que pasar». En sentido figurado, vaya. Una guerra interna ya va bien. Incluso una crisis mediana, del tamaño de la primera vuelta que los nuestros nos han hecho pasar.

Copa

Esa crisis está medio asomada, pero la podríamos terminar de abrir si nos adelantamos en la Final, y los fantasmas de Roma y Liverpool se plantan a jugar también. No se trata de desear el mal a nadie, nosotros tenemos que hacer nuestra marcha. Pero reconózcanme que da rabia ver triste a todo un campeón de liga, y acoquina pensar que el único consuelo posible es llevarse la copa. Además, si hay una forma en la que se le puede ganar al Barça es a partido único, en campo neutral. Es tal la emoción general que hasta Lim ha confirmado su asistencia. Nos parece muy bien, y de paso que se ponga a pensar en el año que viene. Me preocupa especialmente volver a escuchar el himno de la Champions y no poder dar la talla ni clasificarnos para competir de tú a tú con los más grandes del planeta.

Mercado

Tiempo tendremos de entrar en estos menesteres. Como dice Alemany, «veremos qué dice el mercado». El mercado, así dicho, parece una entelequia, o un ente con propia personalidad. Ahora baste decir que me emocionó la celebración de los jugadores en Pucela, a pie de campo, con los desplazados cantando. Hicieron ruido y demostraron la enorme ilusión que genera regresar a la élite. La clasificación libera a los jugadores de la presión de conseguir una meta, por lo civil o por lo criminal. Al considerar la clasificación para Champions como un título virtual, todo lo que venga ahora es un suma y sigue. Para el que tenga contradicciones con esta postura, adelantemos que, si sirve de yoga mental para salir a la Final a pasárselo bien, mejor que mejor.

Norte

Pero además, comparto la alegría. Para el Valencia CF, entrar en la Champions siempre, siempre, debe ser un motivo de celebración y un éxito. Atrás se criticaba a Emery por «sólo» conseguir este logro. Yo fui uno de los que fue crítico, pero también es verdad que desde la grada éramos conscientes del nivel que atesoraba aquel equipo. Pero hay un sector de la grada que siempre son fieles a la militancia valencianista. Nunca pitan, y valoran cualquier mínimo éxito a sabiendas de que somos un club con limitaciones. Para ese sector, jugar una final once años después es una barbaridad, y si la ganamos sabrá incluso mejor que alguna Champions a alguno de esos equipos que no saben disfrutar la costumbre de los éxitos. A los escépticos: no perdamos el norte. Por cierto. El norte está... en Sevilla.

Más opiniones de colaboradores.