El equipo de Marcelino Así, sin más. A mí me gusta llamar a la historia con mayúsculas, Historia, como en clase de Historia, como la Facultad de Historia. Sólo se escribe con mayúscula cuando pertenece a un nombre propio, pero es que el Valencia CF de Marcelino ya es un nombre propio. Las cosas han salido como nadie esperábamos que pudieran salir. Tras un año convulso, con tantos tropiezos tontos, ¿quién podía decir que íbamos a romper la pana de esta manera? La alegría de una ciudad, de una afición, de un equipo unido. Porque esa es la clave: la unión. Los jugadores adoran a su entrenador, se dejan la piel por él, le defienden, le salvaron la cabeza cuando la guillotina estaba preparada. Pocas veces se ve eso en el fútbol.

Barça

Enfrente, el fin de una era. El Barça renqueante de Busquets Las caras de algunos jugadores son de las de un panegírico de Leopoldo Panero. Las hemos visto repetidas veces este año. Y eso me parece injusto con el deporte en general, y el fútbol en particular. No se puede ganar una liga y tener cara de funeral. El ceño fruncido de Messi Que, por cierto, es el mismo ceño gane o pierda, lo cual es aún peor. No se puede llegar a la rueda de prensa de la Copa y hablar del Liverpool todavía. El Valencia, por el contrario, ganó por goleada en expectativas y hambre. Aunque sea por una vez, no han ganado los de siempre. Es bueno. Por higiene futbolística. Porque es precioso ver ganar a un equipo que celebra un título con sonrisas y lágrimas.

Lágrimas

La gente acudió a Sevilla Para los veinteañeros, esta final es la equivalente a aquella para mi generación. El equipo llegó dos días antes, mientras el Barça viajaba el día D. Los preparativos entre ambos clubes distaban años luz. Sevilla era blanquinegra. La gente acudió en masa, fue de traca. Me quedo con las declaraciones de Parejo Si alguien tenía dudas de su involucramiento en el equipo y en el club, en los colores y en el escudo, no admitiré debate alguno a partir de ahora. Parejo es inmortal, ¿vale? Como lo fueron antes Puchades, Kempes o Mendieta. Si yo fuera presidente, le ponía una estatua en la Avenida de Suecia. Ha sufrido como un enano, se ha dejado la piel y es la manija de este reloj suizo.

Colofón

Otra de las declaraciones de la Final es la de Gameiro ¡Esta es la actitud! No sólo en palabras, sino en hechos. Final que juega, final que gana. Inmenso fichaje que generó dudas y tensión al inicio. Tras el pase inmaculado de Gayà, el recorte milimétrico en su gol a la entrada de Jordi Alba vale la entrada, y no es la primera vez. Remató con el alma, y Cillesen aún está buscando la pelota. Gran colofón también el de Rodrigo, que con su gol se reposiciona en el mercado veraniego, donde es más que probable que escuche ofertas. Al final, ese gol hace bueno que no le vendiéramos, a pesar de que muchos se lamentaban por haber perdido una buena oportunidad de negocio. Todos estuvieron sembrados, hasta Jaume, que se lució como nunca. Para mí, sería portero titular desde su primer día. Lo puedo decir tranquilo y con la coherencia de la hemeroteca.Sir Coquelin

CoquelinGaray y Gabriel fueron infranqueables, y ya forman parte de las duplas históricas. Wass cumplió como un jabato, Gayà volvió a ser el que era, Soler estuvo perfecto, Kondogbia hizo lo que pudo con honor. GayàGuedesNo pasa de anécdota, pero el ansia viva se lo comió en dos de las ocasiones más claras que tendrá en toda su carrera. Todos estuvieron espléndidos. Pero....amigos: Coquelin. ¡Coquelin! ¿Qué podemos decir del francés? No hay palabras. Fue el mejor. No sólo secó a Messi, sino que desquició a todo el Barça. Elegante, top, box to box, y el maestro el tackle. Hubo un momento, con Parejo lesionado, que dijo: «Esto no se nos escapa», y se puso a sacar cubos de agua. Si tuviera veinte años menos me tatuaría su nombre. Ahora quedaría muy de Popeye el marino.

Marcelino

Por último, un saludito a Koeman y su 'maldición'. Las manifestaciones a futuro hay que envainárselas en salva sea la parte. A lo único que conducen es al desprecio de la gente, que al final es la que escribe la historia. Aquello era un enjambre de talentosas abejas que aún no tenía garantizada la salvación de la categoría. Esta copa, la de un equipo unido, luchando por un objetivo y sin fisuras aparentes, vale oro. Aquella también, qué duda cabe: ¡un título! Pero esta es el broche a cien años de amor. Marcelino estuvo sembrado, y al final era un niño más. Enhorabuena a todos los que han formado parte de la historia blanquinegra, presentes y ausentes. Esta copa es la joya de la corona. Gracias por enseñarnos a creer. Gracias, Marcelino. Gracias, equipo.

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