Mosqueo justificado. Contundente, como poco, estuvo Marcelino el otro día en rueda de prensa cuando dejó más que claro que no está en absoluto contento con el viraje que ha detectado en la propiedad en relación con la política deportiva. Se remitió al compás de espera necesario para pasar de las palabras a los hechos para comprobar si, en contra de lo que sospecha, la paz sellada tiene visos de armisticio o es una mera tregua hasta que Lim encuentre el momento oportuno para entrar a degüello y liquidar la última resistencia del tandem director general-entrenador. Y la cosa no pinta bien. Las señales que emite el club, por órdenes directas de Singapur, son de extrema debilidad. Tras un inicio prometedor de verano, con operaciones ambiciosas y oportunas como las de Maxi y Cillessen, el club ha echado el freno de una manera tan dramática como desconcertante. Hasta el punto que ya nadie sabe a qué palo atenerse. La congelación de las operaciones necesarias para apuntalar una plantilla que, en contra del sentir mayoritario, la temporada pasada dio notables síntomas de debilidad (las bandas, por ejemplo, tuvieron una aportación muy escasa en el ataque del equipo y la delantera terminó con unos números paupérrimos) demuestra que algo está cambiando en Singapur.

El volantazo

Si en un momento en el que el club dispone de más ingresos que antaño y de una plantilla y cuerpo técnico en los que no parece descabellado confiar, el propietario cierra el grifo del dinero, es que algo se está cocinando. Era este, de entre todos los momentos, el ideal para que Peter Lim diese un golpe de efecto y fortaleciese la plantilla para dar un salto de calidad. Lejos de ello, pasamos de montar una operación relámpago para poner cuarenta sobre la mesa del jeque y traer a Guedes hace apenas doce meses, a negociar en plan equipito de medio pelo para traer a un central que lleva dos años lesionado y a un lateral izquierdo que no es ni el número tres en su puesto del Villarreal. El mosqueo de Marcelino está, por una vez, más que justificado. Nadie como él para detectar el mar de fondo de esa parálisis, que en absoluto tiene que ver con las promesas que, entre abrazos y palmaditas en la espalda, se dieron todos después de ganar la copa del Rey. La propiedad puede tener razón a la hora de exigir capacidad ejecutiva en la política de fichajes, pero no puede traicionar su promesa de mejorar la plantilla sin que alguien, y ahí Marcelino ha estado muy acertado, se queje. Si es cierto, además, que se están planteando traspasar a Rodrigo al Atlético, el mensaje no podría ser más demoledor para el futuro inmediato del club: liquidación por traspaso del negocio.

Pablo, Pablito, Pablete

El aumento de los ingresos de los clubes españoles desde que Javier Tebas es presidente de la LFP ha sido espectacular. Gracias, en esencia, a su buen tino a la hora de gestionar los contratos televisivos, España mantiene, mal que bien, su estatus en el fútbol europeo. Cuesta entender qué pretende la Federación metiéndose en un tema, el de los horarios de los partidos de la Liga, que ni le va ni le viene. Rubiales dice representar a los aficionados -que no lo han elegido y a los que no ha preguntado- y a los clubes -que están claramente en contra de su delirante intervencionismo-. Recuerda mucho en su proceder a tiempos pretéritos, en los que lo público, a lomos del Caudillo y padre espiritual de todas las cosas, se inmiscuía en lo privado cuando le venía en gana. Parece mentira que estemos asistiendo al despegue descarado de la Premier -donde se juega hasta en época navideña, además de todos los días de la semana en que sea necesario hacerlo para recaudar libras esterlinas- y, en lugar de poner los medios para que no sigan desarbolando las plantillas de nuestros equipos de Primera, venga un señor desde una Federación a decir incluso qué día se tienen que jugar los partidos entre clubes profesionales que son entidades privadas que se juegan un buen dinero durante cada ejercicio ¿En qué manos han puesto a la Federación? Después de esto, se entiende mejor todo lo que está pasando en nuestra selección, reconvertida en una caseta de feria en la que se le da la escopeta para disparar a cualquiera que pasa por allí.

El Villarreal

Uno a uno, ha ido el Villarreal liquidando a los integrantes de su línea defensiva de los últimos años. Mario, Ruíz, Álvaro y Costa son, seguramente, la razón fundamental de los problemas que ha vivido el equipo últimamente. Si los laterales han sido un coladero permanente desde hace varias temporadas, lo de los centrales alcanzaba la condición de comedia en muchos partidos. Un lujo que no podía seguir permitiéndose un club que tiene que acertar muy mucho en la confección de su plantilla si de verdad quiere verse compitiendo por un puesto entre los grandes, como ha hecho hasta no hace demasiado. No todo, en definitiva, era culpa de Calleja, ni en su momento de Luis García. A poco que le funcionen los recambios, el equipo tiene que ir hacia arriba. Se frotan las manos, por cierto, si acaba fructificando la cesión de Costa al Valencia. Lo que nos faltaba por ver.