Echando mano a la experiencia y con ese punto de suerte tan vital en Europa, se impuso el Valencia CF a un Chelsea que fue superior en el balance general. Nada que ver, en todo caso, con lo que pasó hace justo un año. Entonces, la Juventus le pasó por encima a un equipo timorato y acongojado. Y a un entrenador que no entendía nada de lo que le estaba pasando. Ayer, en medio de la tormenta, los de Celades. Lo decantó Rodrigo, que volvió a brillar y a ser el mejor delantero sobre el campo. Este Chelsea no es aquella Juve, dista mucho de serlo, pero Londres no es plaza fácil y menos aún con el entorno tan agitado. El mérito del triunfo es mayor si cabe.

Mensaje de entrenador

Sin prestar la más mínima atención a los gurús del caos que nos intentan vender que sin Marcelino lo que van a hacer estos futbolistas es tirar la temporada, salió ayer el Valencia dispuesto a plantar cara desde el principio. Ayudó Celades lanzando un mensaje claro: Guedes y Ferrán lo vieron desde el banquillo y ni se asomaron al césped. Justa recompensa a su pobrísima aportación de época reciente. El refuerzo en el centro con Kondogbia, sin embargo, hizo aguas durante un buen rato. Se juntó la lentitud de Parejo con la ninguna rapidez de Kondogbia, que tuvo otro inicio desolador, para dejar un enorme hueco en el centro que perforó como quiso Willian. Por ahí y por la banda de Gayà y Cherishev, que vivieron un calvario permanente, pudo hacer daño el Chelsea. Pero a los de Londres les falta un Drogba arriba. Mucho merodear, a menudo con llegadas hasta el fondo y pase de la muerte, pero para acabar muriendo en la orilla. O en Cillessen, que anoche sí estuvo ejemplar. El de Londres no tuvo nada que ver con el de Barcelona.

El rato de Rodrigo

RodrigoCuando la presión del Chelsea se hacía agobiante, consiguió el Valencia acercar el balón hasta Rodrigo. Fue un cuarto de hora del primer acto en el que el respetable del Bridge se dio cuenta de que allí no había llegado un equipo suizo o montenegrino. Consiguió Rodrigo descomponer a los tres morlacos que alineó Lampard para poner el cerrojo atrás y generar combinaciones rápidas de los suyos. Es cierto que nunca se llegó a poner a Kepa en aprietos, pero cuanto menos se lanzó el mensaje. Salió en la reanudación el Chelsea más calmado, acaso sabedor de que enfrente había rival y solo al final, con metedura de pata incluída de Wass, que sí fue el de Barcelona, se pasaron los lógicos apuros de un partido de Champions en campo visitante.El medio no funciona

Atravesado con desigual suerte este primer puerto de montaña, no sería descabellado pensar en que Celades metiera mano a un centro del campo que sigue sin funcionar. Su antecesor nunca, ni seis pies bajo tierra, lo habría hecho, pero ahora, por fortuna, en el banquillo hay alguien que quizás no se niegue a reconocer lo obvio. Ayer, otra vez, el Chelsea llegó con demasiada facilidad a la frontal de Cillessen. Las dos líneas de cuatro, que acaso seguirán ahí, para recordarnos nuestros pecados, hasta el día del juicio final, estaban tan retrasadas que hasta los centrales del equipo blue se vieron en alguna ocasión conduciendo sin oposición dentro del área visitante. Coquelin, el único que hasta hoy ha mostrado la suficiente energía para aguantar la línea, se ve fuera de hábitat en la derecha y acaba limitándose a aguantar el tipo. ¿Llegó el momento de que el 4-4-2 pase, por fin, a mejor vida?

Un paso adelante

Esta victoria, que habrá que ver cómo explican quienes nos intentan convencer de que Lim. La visita del Leganés es la ocasión idónea para que empecemos a ver otra cosa. Ayer hubo momentos, todavía episódicos, en los que el Valencia se quitaba el freno de mano que tiene puesto desde tiempo ya inmemorial para irse a presionar arriba. Y, sin haberlo apenas puesto en práctica antes, funcionó. A la Champions, aunque en Valencia a veces no lo parezca, no se llega sólo con un fútbol tacaño y ramplón, ni esperando a que fallen todos los demás para asomar la patita. Hay futbolistas para hacer otro fútbol. A ver si el hombre se atreve.

Más opiniones de Gauden Villas.