Estrenó su casillero el Leganés. Hasta este domingo lo había perdido todo. Y quien viera el partido de Mestalla creo que entendió el porqué. Un equipo plano, con bastantes futbolistas nuevos, una calidad muy justa y una disposición táctica de las que se enseñan en academias de barrio a precio de saldo. Víctima propiciatoria, pues, para este Valencia que venía reforzado moralmente de Londres. A la cita, sin embargo, acudieron todos menos el propio Valencia, que hizo un partido pésimo y lo único que enseñó en el campo fue un fútbol insufrible, de una lentitud rayana en la tomadura de pelo al que paga la entrada, aderezada con unas decisiones desde el banquillo cuanto menos cuestionables. Un empate que es demasiado premio para unos y otros. Lo más justo habría sido que los dos perdieran el partido. Un oprobio para la Liga española.

Es el medio, Albert

Si en Londres el centro del campo del equipo se sostuvo de manera muy endeble, con serios problemas en la contención y muy limitados recursos creativos, ayer sus carencias quedaron retratadas con crueldad. El cemento con el que Celades quiere reforzar sus primeros pasos en Valencia, comprensible en todo recién llegado, no funciona. El trivote en el medio hace que la batuta del equipo pase de Parejo a Kondogbia, cuyo fútbol, musculoso cuando está en forma -dista mucho de estarlo-, carece en todo caso de la fluidez que le da el capitán. Incapaz de jugar al primer toque, sin la visión panorámica de un verdadero organizador y aún lento en los movimientos, casi todo se hizo al ritmo cansino que marcó el francés. Un regalo para cualquier rival. Parejo, derivado a la izquierda, se desconecta de la creación, se desespera porque no entra tanto en contacto con la pelota y acaba fallando pases que en él son de rutina. Coquelin, por su lado, no encontró nunca su sitio. Falto de trabajo ante un Leganés que solo vino a empatar, se perdió en una guerrilla permanente con su marcador, del que nunca consiguió escaparse. Una caricatura de sí mismo. A un guerrero como Coquelin hay que mandarlo a la guerra y Celades lo tiene haciendo negociaciones de paz cuando enfrenta equipos tan timoratos como ayer lo fue el Leganés. Así las cosas, el Valencia no fue más que una sucesión de faltas y saques de esquina a favor, casi todos mal servidos por Parejo, en una suerte en la que tiene pocos rivales. Fue una tarde para la desesperación.

Cambios discutibles

La lentitud del juego resultó desgarradora. Sólo Rodrigo, que como en Londres apareció durante un cuarto de hora para darla al ataque algo de vivacidad, intentó poner una marcha más en aquel desfile interminable a cámara lenta. Una genialidad suya valió para el penalti, que nos permitió ver al portero rival. Se fue de Mestalla sin manchar la camiseta tras noventa minutos de vacaciones pagadas. Si es comprensible que el nuevo entrenador empiece con cautela, resulta poco defendible, sin embargo, que, visto cómo iba el partido y el absoluto desprecio del Leganés a cualquier posibilidad ofensiva, el primer cambio fuese meter a Kang In y quitar del campo a Maxi. El coreano le dio dinamismo al fútbol insufrible que estábamos viendo, pero no consiguió desatascar lo que Coquelin y Kondogbia tenían paralizado. Trascender al 4-4-2 para acabar jugando con un futbolista ofensivo menos que en la versión de la que venimos resulta cuanto menos sorprendente, querido Albert. Quienes de ti esperábamos un fútbol más alegre, lo que menos podíamos predecir es que acabaríamos intentando golear al colista con los centrocampistas de los que Marcelino echaba mano cuando el rival no le dejaba dormir la noche previa al partido. Mal empezamos. Si ante el Leganés no vemos un trivote alegre y que juegue al fútbol, ¿para cuándo entonces?

Wass

Fue vapuleado por un Fati al que ya en Dortmund devolvieron a su sitio. Regaló un penalti en Londres que bien pudo rebajar este souflé antes de tiempo. Y ayer volvió a ser responsable principal de que el Valencia no se llevara los tres puntos. Si él mismo no es capaz de darse cuenta de que lleva un tiempo que parece dormido en el campo, quizás su entrenador se lo debería recordar ¿Para cuándo el final de la maldición del lateral derecho?