Ese gol en la última jugada del partido no puede ensombrecer otra demostración espectacular de fútbol de un Valencia que está dejando asombrados a propios y extraños. Esta vez puso contra las cuerdas a un Madrid que vino a darlo todo. Poco importó que hubiera que improvisar ya incluso un delantero o que las bajas estén ahora sí trastocando la línea de flotación del equipo. Aguantó como pudo el vendaval merengue en una primera media hora de agobio permanente y luego se vino arriba, para acabar asumiendo el mando del choque y disponiendo de las mejores ocasiones para marcar. El mérito de lo conseguido es, dadas las circunstancias, enorme y apuntala, si falta hacía, el carácter indómito de un conjunto capaz ya, sin ningún atisbo para la duda, de plantar cara a cualquiera, tenga el presupuesto que tenga. Lejos queda aquel Valencia miedoso y encerrado atrás de los partidos ante los grandes de Europa. Ahora se sale a competir de tú a tú, a morder en cada balón y a jugar un fútbol del que todo valencianista puede presumir con orgullo.

A inventar

Optó Celades, muy acertadamente otra vez, por colocar a Ferran en punta de inicio. El chico estuvo, además, hiperactivo y suyas fueron las dos más claras del primer acto. Dejó en ridículo a los dos brasileños del rival y a los palmeros disfrazados de periodistas que les han dado tanta coba. Se ganó con ese movimiento, además, a un defensa natural -Costa- y a un Wass colocado donde mejor se encuentra. Con todo, los primeros minutos fueron de acoso y derribo merengue. Salió el Madrid como un tren de mercancías, presionando arriba, asfixiando a Parejo y con la división pánzer Modric-Kroos como en sus mejores noches. Acamparon en la frontal de Doménech y habían disparado con mayor o menor peligro hasta cinco veces en un cuarto de hora. Recién aterrizados de las emociones de Amsterdam, generadas mientras los blancos se tomaban la jornada Champions de descanso, era lógico que aquello fuera así. El Madrid centraba a placer desde el fondo porque ni Gayà ni Costa se caracterizan por oponer demasiada resistencia a esas situaciones y también encontraba pasillos por el centro en uno de esos días inspirados de Modric. Se intuía el gol visitante.

La reacción

Lo que no era tan previsible y retrata a este nuevo Valencia es cómo fue capaz de sacarse ese dominio de encima. Le bastó que el rival subiera un diente el piñón del esfuerzo para empezar a sacar latigazos, la marca de la casa. Acompañados, y esta es otra de las benditas novedades, de arrebatos de ímpetu apretando arriba, como para decirles a ellos que aquí se terminó el sambenito de esperar tiritando de miedo en la cueva. El segundo acto nos dibujó a un Madrid cortocircuitado. Desaparecido Modric, al que la edad se le nota una barbaridad, Parejo pudo volver a tomar la batuta y mandó en el juego como un cacique. Entró también en escena Rodrigo, desaparecido medio partido, y el merenguismo mundial, incluyendo a las peñas que sólo conoce Roncero, se puso a temblar. Y el equipo se puso a tocar. Y a jugar. Y a saltar a por balones aéreos. Y a meter la pierna y alargarla para rebanar lo rebanable. Habría que volver al gran Valencia de hace veinte años para recordar un fútbol de ese cariz ante un equipo como el Madrid.

Soler

Más allá del gol, ayer personificó a este nuevo Valencia. Fue una de las víctimas principales de la presión brutal del Madrid del amanecer del partido. Cometió demasiados errores en la entrega. Pero nunca se amilanó. Su despliegue físico, parecido al de Coquelin, fue de futbolista grande. Debe suspirar cuando por ahí siguen insistiendo en que al Valencia le hace falta un recambio para Parejo, convencido como está, y lo estamos algunos, de que con veinte partidos en esa posición, Soler se convertirá en el legítimo y digno heredero del madrileño.

Lim

Y a todo esto, viendo cómo juega el equipo, cómo vuelve loca a la afición, sabedora de que con Vallejo jugando porque no hay más le están comiendo la tostada a ese Madrid que con Emery nos metió siete en casa, escuchando cómo el futbolero de Arkansas o Stuttgart empieza a preguntar otra vez por ese Valencia que había desaparecido del mundo mundial, ¿qué debe pensar Peter Lim? Mucho histérico haría bien en tomarse un tiempo de reflexión antes de seguir diciendo y escribiendo más tonterías.

Kondogbia

La cabra tira al monte y mi monte es Kondogbia. El mejor Valencia en dos décadas ha aparecido mientras el francés estaba lesionado. Ayer salió y de él se recordará en esencia cómo Courtois, que no es precisamente un delantero centro, le gana la acción en el gol del Madrid. Las lesiones han configurado un once que no admite discusiones, veremos qué pasa cuando la enfermería se vaya vaciando.