Tampoco pudo el Valencia CF con el peor Valencia CFAtlético. Es cierto que esta vez al menos lo intentó, sobre todo en una segunda parte en la que pareció resucitar del estado catatónico en el que ha entrado en el peor momento. Pero no le alcanzó. Tuvo que pagar el peaje de un comienzo de nuevo lamentable, lastrado por la baja forma de alguna de sus estrellas y las nulas soluciones que el banquillo ofrece a problemas endémicos del equipo. En el balance global, firmaron tablas de manera justa, en un calco de lo que pasó en el Calderón en la primera vuelta y como preludio a lo que se antoja un final de temporada muy complicado para unos y otros.

¿Hay entrenador?

Celades es incapaz de solucionar las dos lanzas que castigan una y otra vez el costado de su equipo. Hasta que se quedó sin fuerzas, al Atlético le bastó con presionar arriba para destrozar la moral y cualquier atisbo de iniciativa de los de casa. Qué fácil lo debió ver Simeone para que hasta él, que no se destapa jamás, mandara adelantar líneas. El más mínimo acoso es un obstáculo insalvable para un Valencia que tácticamente parece un equipo de colegio. Nadie ofrece la más mínima solución y el equipo acaba encerrado en su propio campo como un alma en pena. Las miradas se dirigen entonces a Parejo, empeñado de nuevo en enterrar las esperanzas de los suyos con pérdidas incomprensibles que, ya de manera harto cargante, acaban demasiadas veces en gol. Si su entrenador no considera que la pasividad del mediocentro merece el banquillo, resulta cuestionable que no le busque protección -remedio ya no lo hay porque a sus años a Parejo le da igual lo que digamos los demás-, pero de momento la espalda del capitán es un océano sin buques por el que el rival transita tras robar hasta fusilar a Doménech. El gol de Thomas fue como para que alguien ahí se lo haga mirar.

La reacción

El fútbol sigue siendo un misterio, pero quizás medir la velocidad a la que se movieron Parejo y Kondogbia en el segundo tiempo nos podría dar alguna pista de por qué ahí el Valencia volvió a parecer un candidato a algo. El trote contemplativo con el que se arrastran los dos toda esta temporada dio paso a la intensidad que se les debería suponer y el partido cambió. Ayudó, desde luego y no poco, un Ferran desmelenado. Fue el 20 el mejor de su equipo y el único que de verdad buscó la redención a la vergüenza que sus aficionados pasaron el otro día contra el Getafe. Con delanteros acertados, ayer el esfuerzo de Ferran no habría sido tan baldío.

Puntos negros

No, no fue la noche de los delanteros. Gómez parece que ha entrado en una de esas rachas negativas que sufren todos los killers y manda fuera lo que antaño convertía en gol. A Guedes. Y Gameiro parece perdido otra vez en las cosas de Gameiro, con el agravante de que parece haberse abandonado a los croissants. Ahí sobran un par de kilos, Kevin. A todo esto, el Valencia carga demasiado el juego por la derecha. Soler está en depresión y desde la izquierda se ha convertido en un elemento decorativo.

Desconcierto

Y así sigue el Valencia, perdiendo todos los trenes que pasan, en medio del desconcierto de una afición que, de repente, vio reaparecer a Mangala. Pues durante un buen rato fue el Atlético el que mordió arriba, buscó el gol y pareció tener la única ambición que apareció por el campo. Se parecía demasiado el Valencia, timorato y conformista, a la indiferencia que transmite su entrenador cada vez que habla. Luego, cuando quiso cambiar, ya era tarde. Es un equipo que parece llegar ya siempre tarde.