Conmoción en la familia del Valencia Basket. No era jugador, no botaba el balón ni se vestía de corto cada semana para realizar jugadas imposibles, no levantaba a la afición de sus asientos en cada partido, ni diseñaba jugadas imposibles desde el banquillo para conquistar un título, pero aún así es y siempre será una leyenda taronja. Porque sí era otras muchas cosas que, sin dejar atrás sus orígenes maños, llegaron al corazón de todo aquel que ama este club y este deporte.

Cuesta demasiado escribir estas líneas y convertir en noticia algo que únicamente se puede transmitir desde la tristeza y dolor. Y es que este domingo nos dejaba Martín Labarta. El hombre que durante 26 años ejerció como delegado de campo del equipo y al que sólo una terrible enfermedad diagnosticada el pasado mes de julio pudo apartar de su gran pasión, el Valencia Basket y el deporte de la canasta.

Desde entonces el baloncesto, ese mundo al que tanto dio, se volcó con él. Su teléfono nunca dejó de echar humo, las visitas de jugadores, entrenadores, árbitros,... se sucedieron semana tras semana en su domicilio de Blasco Ibáñez. Balones firmados, camisetas, fotografías, todo era poco para insuflarle ánimos, fuerzas, ese aliento extra en momentos realmente complicados.

Y como no la gente de su Valencia Basket. Dirigentes, trabajadores del club, periodistas, aficionados... la cita, cada vez que el duro tratamiento se lo permitía, era generalmente en la que cariñosamente llamaba su 'oficina'. Una pequeña y tranquila cafetería de la calle Antonio Suárez de Valencia donde, además de impartir su sabiduría, se compartían risas, anécdotas y confidencias con el BA-LON-CES-TO como denominador común.

"En su larga trayectoria al servicio del Valencia Basket, Martín contribuyó en los siete títulos que descansan en nuestras vitrinas, dejando un recuerdo imborrable en todos los jugadores, entrenadores, árbitros, aficionados, periodistas y personal del club con los que coincidió a lo largo de los años", reza el comunicado oficial de una entidad rota por el dolor en lo más interno de su alma.

Un club al que llegó casi de rebote en la década de los 90, y dónde la palabra dada apenas unos días antes estuvo por encima de las 'pesetas' que el Valencia CF le puso encima de la mesa con el objetivo de reclutarle para su cantera. Ese era Martín Labarta. Un tipo íntegro, honesto, un caballero de los pies a la cabeza. Un 'gentleman' en toda la extensión de la palabra, cuya elegancia, humilde e innata, no puede ser entendida sin su cálida humanidad.

No es de extrañar, por tanto, las condolencias y numerosas muestras de cariño que desde el deporte de la canasta han llegado a través de las redes sociales. Jugadores, jugadoras y también ex como Nacho Rodilla, Víctor Claver, Aaron Swimson, Marko Popovic, Carlos Suárez, Iñaki Zubizarreta, Dani Diez, Sasu Salin, Fernando Romay, Salva Guardia, Berni Álvarez, Anna Montañana o Amaya Valdemoro, entrenadores del nivel de Paco Olmos, Pablo Laso, Pedro Martínez, Luis Casimiro, Ibón Navarro, Carles Duran o Chus Mateo, dirigentes como Francesc Solana, Ferran López, José Luis Galilea, Berdi Pérez, la totalidad de los clubes ACB y otros como el Tau Castelló, la propia Euroliga, al margen de sus queridos, amados y 'mimados' árbitros a través de la AEBA (Árbitros Españoles Baloncesto Asociados).

Se nos va el eterno caballero 'taronja, el hombre de las mil sonrisas, el de los detalles con todos y para todos... ese tipo que te atrapaba con un magnetismo especial porque, por encima del inexorable paso del tiempo, continuaba mirando la vida con los mismos ojos que aquel niño que recorría las calles de El Tubo, en Zaragoza, feliz con su bocadillo de calamares en las manos mientras galopaba desenfrenado hacia la Plaza del Pilar para cruzar al otro lado del río. Se nos va Martín, un amigo, un espejo en el que mirarse, un referente..., y se nos ha ido demasiado pronto.