No se trata de un gazapo, sino de un juego de palabras, porque viene a cuento, nunca mejor dicho, de lo que la Justicia suiza ha entregado a la CONMEBOL (la UEFA, y que se encontraba y poseían en las cajas helvéticas unos buenos señores de Asunción, Paraguay, sede de ese organismo.

Y es que se ha anunciado, esta misma semana, que se han devuelto 37 millones de dólares, solo de cuentas pertenecientes a Nicolás Leoz, presidente de CONMEBOL entre 1986 y 2013 (y fallecido en 2019) y el secretario general Eduardo Deluca, que trabajó ahí desde 1999 a 2014, en varios cargos.

El primero, paraguayo, y el segundo, argentino, nunca fueron extraditados, y no han podido ser juzgados como lo han sido muchos de los cuarenta personajes del fútbol americano (de todo el continente, norte a sur) involucrados en el FIFAgate; aunque sí fueron sancionados de por vida por la FIFA.

Estos 37 millones se suman a otros que ya habían sido devueltos y suponen una alegría, pero todos nos preguntamos cuantos más debe haber en cuentas escondidas, y que aún no han sido encontradas. Y muchos cuentos se han relatado sobre cómo se han enriquecido unos cuantos dirigentes, sin ser magos de la pelota.

Pero, uno de los que más tenía que esconder, y al que se le han podido recuperar esos dineros mal ganados es el antiguo presidente Leoz, al que también sus herederos debieron devolver a Conmebol algunos milloncejos. Tuvo el tiempo, sin embargo, de escribir un libro, titulado 'Pido la palabra', allá por 2001, antes de que le cayera encima el FBI, la FIFA y el deshonor.

Y es de notar que, en sus palabras finales del libro, el escribiente Leoz nos dejó la siguiente sentencia: «Me siento feliz de haber elegido este camino; tanto, que si volviera a nacer, no elegiría otro». Pero, otra pregunta me traspasa, y es que cómo personas con cierto poder, influencia y también dinero (de familia u obtenido por ellos mismos) pueden caer en esa dicotomía: creer que lo han hecho bien, a pesar de llevarse dinero a espuertas de manera solapada e ilegal.

Y es que cada uno se narra el propio cuento de su vida, donde los recuerdos negativos no existen y, al parecer, todo lo que se hizo fue bueno. Dice Leoz en sus memorias que «al fútbol le debo todo». Bueno sí, y algo más... pero sus herederos lo han tenido que devolver.

El fútbol no es ajeno a otras esferas del poder y, según nos viene la información, parece que estar en él o cerca de él, con la posibilidad de obtener beneficios directos o indirectos, infecta la vida de quienes están para servir y no para servirse.

Quiero creer que las nuevas generaciones de dirigentes están en el deporte para administrar al mismo y, por supuesto, ser bien pagados por trabajar, pero no para lucrarse en forma espuria. Y, además, cuando llueven estas noticias, como la devolución de dineros ocultos, de quienes se lo apropiaron utilizando su cargo, es un buen ejemplo para comprobar que, tarde o temprano, los defraudadores caen.

Y con las cuentas corrientes vacías y los cuentos que nos relataban sin público que los escuche, se quedaron como los 'malos de la película', pero para malos, malos, los que están en la novela de Bernadette Ann Paris, 'Quédate conmigo'. A disfrutar y cuídense de la segunda ola.

Más opiniones de Juan de Dios Crespo.