Mal le pintan las cosas a este Valencia cuando ya tiene hasta mala suerte. Llegaba el equipo del pueblo en plan Montgomery a acabar de tomar Berlín y se llevó una amarga sorpresa. No capitularon los locales hasta ya tarde, cuando todo parecía camino de las tablas. Hasta entonces, había jugado el Atlético ese fútbol ramplón pero intenso que le caracteriza, suficiente para amedrentar a muchos, escaso para marcar diferencias, e inoperante cuando enfrente, como ayer, se plantan once tipos dispuestos a vender cara la piel. Sin el error clamoroso de Lato, los del Cholo no marcan ni en tres partidos seguidos.

¿Hay para más?

Del Valencia se vio poco pelota mediante. Casi todo en el primer tiempo, cuando el equipo se encontró más cómodo saliendo a la contra. Normalmente, tamizando a través de Guedes. Ante bulldogs consentidos por los árbitros como son los rojiblancos, la medianía no sirve. O controlas atado al pie y te giras como una centella, o se te viene encima la jauría. En esas condiciones, en Valencia no queda más que Guedes. Intermitente, por eso incomprendido, fue el único que ganó de verdad en el uno contra uno. Lo demás fue todo barrizal premeditado porque Gracia sigue queriendo disfrazarse de Simeone y para un día que el equipo le defiende bien, acaba atropellándolo el infortunio. Es posible que para jugar como el Atlético tengas que contar con defensas como los ha tenido el Atlético en los últimos años. Y nada más lejos de esa realidad. Como no los tienes, quizás sea hora de buscar alternativas.

El Atlético del pueblo

Se le ocurrió a una lumbrera decir que estos chicos este año juegan mejor al fútbol y todo el rebaño ha ido detrás. Mera palabrería. Son los mismos vendedores de crecepelo que siguen intentando convencernos de que Félix es el próximo Ronaldo. Al final, más de lo mismo. El día que de verdad a todos sus rivales les dé por correr, Simeone se convertirá en un don nadie. Pocos entrenadores han dilapidado más dinero con el único objetivo de aburrir a sus aficionados. Un día despertarán y verán que todo ha sido una pesadilla.

El orgullo

Cortos de efectivos y con plomo amigo en las alas -ni Vallejo, ni Musah están para titulares en partidos de este nivel-, digno de elogio el orgullo que mostraron los de casa. Cuesta entender que justo el día en que un defensa se marca un gol en propia puerta digamos que precisamente la defensa estuvo como nunca, pero fue así. Individual y colectivamente, bien secundados por un Racic que va hacia arriba como un cohete y un Soler que, poco inspirado en la creación, se dejó la piel como el que más.

Guillamón

Como el Clint Eastwood en sus correrías almerienses, a Guillamón las pulsaciones no le cambian ni con una recortada en la frente. Dio un recital y se rompió. Muchos otros, en estos tiempos de sensiblería desatada, lloran como hienas en cuanto sienten un pinchacito. Él no cambia el rictus y se permite torear al árbitro para que le saque la tarjeta con la que cumple ciclo. Con diez centímetros más, tenía España un central para muchos años. Y sin ellos, veremos.

¿Y Kang In?

A mí, que me lo expliquen. A este entrenador solo lo entienden en Chiclana de la Frontera.