El resultado del Sánchez Pizjuán me pareció justo, aunque también me gustó la actitud, una vez más, de los jugadores del Valencia. Así como el planteamiento de Voro, algunos de los cambios que hizo en el once, forjado con un 5-4-1, y las armas con las que afrontó el duelo. Sin duda, un partido más de respuesta que de propuesta para el Valencia como consecuencia lógica del actual nivel del Sevilla. Aun con ello, la primera parte valencianista fue buena, igual que los comienzos de la segunda. La idea, quizá, se volvió más especulativa tras el gol sevillista.

Maxi se quedó solo arriba en el sistema de los de Voro. El plan, bien logrado durante buena parte del choque, consistía en evitar el juego interior del Sevilla, un rival con mucha calidad técnica de mitad campo hacia arriba, capaz de generar triangulaciones por dentro, por fuera, por donde menos lo esperas, y que explota los pasillos con dos laterales superofensivos.

Mientras tanto, en el Valencia CF, lógicamente, hubo algunas rotaciones tras tener la permanencia en el bolsillo.

Cabe destacar la reducción de espacios que ejecutó con orden el Valencia, comandada por Gabriel Paulista. Todo el equipo estaba concentrado en unos 25 metros con tal de ocultar líneas de pase a los de Julen Lopetegui, en especial, su juego interior. Después había que recuperar en el pasillo central y atacar rápido.

Fue una buena primera parte gracias a la estrategia ideada por Voro y realizada por los futbolistas. Hasta los tres cambios, el Sevilla se sentía impotente. Pero Acuña dañó con profundidad la banda derecha, más aún sin Correia. Y Fernando fue el único en encontrar espacios en la zona central. Quizá, por su parte, en el Valencia faltó antes algún cambio para reducir la soledad en ataque de Maxi.