En el mismo instante en que sonó la última estrofa del himno de España surgió el grito de Álvaro Morata, que aplaudió, chilló y resurgió contra Polonia en la Eurocopa 2020, reivindicado con la única destreza contra las dudas sobre un delantero, el gol, la esencia de todo, el valor más preciado, pero insuficiente para obtener un triunfo que rebuscó siempre, dentro de los altibajos en los que se mueve últimamente el atacante madrileño.

Necesitaba el gol España. Y le urgía al atacante. "Estoy fenomenal", dijo la víspera. Cada pregunta -o duda- sobre su ánimo la despejó rotundo, tan seguro de sí mismo como lo demostró desde el primer momento del encuentro contra Polonia, consecuente con lo que había dicho unas horas antes de dejarse "el 200 por ciento".

En el minuto 26, después de 398 o cinco choques sin batir la portería contraria con la camiseta española, llegó su momento, asociado al otro hombre gol de España, a Gerard Moreno, la única variación que propuso Luis Enrique Martínez para el encuentro por la banda derecha, el lugar desde el que surgió un tanto que se intuía.

Sobre todo, cuando el goleador del Villarreal trazó su maniobra y se abrió el espacio suficiente para idear y ejecutar el pase raso al área pequeña, tan decisivo a tres metros de la portería, tan difícil para los defensas contrarios, que no perciben quién está a su espalda o quién va al remate. A él fue Morata, lanzado hacia el gol.

La impulsó con la derecha, batió a Wojciech Szczesny y dudó si era gol o no, al borde de un fuera de juego que sí creyó el línea de la banda derecha del ataque español y que desmintió después la revisión del VAR, con la raya azul que transformó el silencio y la tensión en el alivio del gol, aunque ya rebajado de efusividad.

Cuando el árbitro Daniele Orsato señaló el centro del campo, la validación del gol, Morata sabía el destino de la dedicatoria. Defendido y protegido públicamente en la previa por Luis Enrique Martínez, el seleccionador, incluso por medio de datos; arropado por todo el cuerpo técnico, fue hacia el banquillo. Primero se abrazó al entrenador. Luego se dirigió a todos, los hizo protagonistas de su gol, tan reconfortante para él mismo como para toda la selección.

"Desde fuera, puede parecer que tiene mucho más ruido. No he leído ni he visto nada. Yo estoy bien. Llevo una carrera bastante larga como para que la opinión de la gente pueda cambiar mi vida o hacerme más o menos triste. Lo que importa es lo que piensan mis compañeros y la gente que está aquí dentro", decía el viernes.

Sin gol, el delantero es un futbolista siempre bajo sospecha, señalado como lo fue por parte de la afición el atacante madrileño en el 0-0 de preparación del pasado 4 de junio contra Portugal en el Wanda Metropolitano o en el 0-0 del pasado lunes frente a Suecia, ya dentro de la Eurocopa, en el foco de la crítica hasta este sábado.

No fue suficiente. El porqué vino después, cuando remató de forma fallida el rechace del penalti fallado contra el poste por Gerard Moreno, cuando no acertó en dos ocasiones más para cambiar el rumbo del resultado, abierto por él y nivelado por Robert Lewandowski.

Morata firmó su vigésimo gol en 41 partidos como internacional, el primero desde el 1-1 a Grecia del pasado mes de marzo y el cuarto en la fase final de una Eurocopa, a uno solo ya de alcanzar a Fernando Torres, el goleador de la final de 2008 que lo cambió todo, como el máximo anotador de la historia de la selección española. Tiene otra ocasión ante Eslovaquia. El margen de error se agota.