Picos de felicidad: cómo gestionarlos para que no afecten a tu salud

La idealización de ese ansiado estado de felicidad continua puede generar frustración

Picos de felicidad

Picos de felicidad

Todo el mundo persigue la felicidad. Queremos ser felices y serlo el mayor tiempo posible, aunque esta idealización puede llevarnos a generar frustración. A quién no le ha pasado el llegar a casa después de un fin de semana muy divertido con amigos o una escapada en la que nos hemos sentido muy bien y parece que te invade una sensación de vacío, tristeza, apatía... Lo que ocurre es que venimos de experimentar un pico de felicidad y cuando este baja, nos inunda un sentimiento de pérdida, de pena, y parece que nos falta algo.

Los picos de felicidad son esos instantes o momentos en los que experimentamos una felicidad muy intensa, por encima de lo habitual y de forma extraordinaria. Todos o casi todos vamos a pasar por picos de felicidad a lo largo de nuestra vida, pero no van a constituir la mayor parte de la misma, y eso está bien. Ahora bien, hay que saber gestionarlos para que no tengan consecuencias negativas en nuestra salud.

Dependiendo de cómo cada uno interprete el descenso que viene después de estar en la cumbre, puede aumentar la sensación de malestar, debido al contraste de ambos estados. Esto puede desestabilizar emocionalmente si se da a menudo, y sin momentos prolongados de estabilidad o meseta emocional. Por ello, es importante saber que es un estado temporal y sujeto a cambios. La intensidad del pico de felicidad en contraste con la bajada, puede generar tristeza, frustración, desencanto... Incluso, aunque la bajada no se deba a ningún hecho concreto negativo ni necesariamente sea representativa de problemas, algunas personas puedan interpretar ese estado como negativo, al contrastarlo con la intensidad desproporcionada del pico de felicidad.

La idealización de la felicidad, como un estado en el que hay que mantenerse siempre de forma intensa, puede generar frustración y llevarnos a buscar esos picos con la creencia de que es ese el estado de ánimo óptimo, y que cualquier otro, más llano pero estable, no es representativo de felicidad. De hecho, estos cambios de ánimo son normales y nos pasa a todos. Es más, «si siguiéramos con esa felicidad extrema durante semanas o meses, en algún punto nuestra mente y nuestro cuerpo dirían basta, estarían agotados y eso sí que podría resultar peligroso para nuestra supervivencia. Por lo tanto, es un mecanismo homeostático, que mantiene el equilibrio y contribuye a nuestro bienestar.

Es necesario mencionar la importancia de la inteligencia emocional, el autoconocimiento de uno mismo y el contar con herramientas para gestionar todas estas emociones; aquí radica la diferencia entre unos sujetos y otros. Si en lugar de un sentimiento leve y momentáneo de pérdida, pena o tristeza, lo que experimentamos son estas sensaciones de forma muy intensa y esto se alarga en el tiempo, entonces ya nos encontraríamos ante síntomas depresivos y sería necesario abordarlo.