En los museos del futuro los asistentes harán cola para observar memes. El pasado 18 de febrero, el mercado del coleccionismo artístico digital vivió lo que puede ser un momento fundacional cuando el meme Nyan Cat, el famoso gato volador que deja un rastro de arcoiris, fue vendido en Internet con criptomonedas por un valor de hasta 580.000 dólares.

Ese sorprendente récord fue posible gracias a los llamados Tokens No Fungibles (NFT, por sus siglas en inglés), activos digitales que está transformando rápidamente el mercado artístico, permitiendo revalorizar productos o bienes culturales que, hasta ahora, han circulado por la red de forma gratuita. Su impacto se ha comparado con una revolución o el Renacimiento. ¿Cómo funciona ese sistema?

Desde hace siglos, el ser humano ha coleccionado objetos artísticos por su valor estético, económico y emocional. Los coleccionistas, tradicionalmente aristocracia y grandes fortunas, han adquirido las obras de artistas como Picasso, Van Gogh, Caravaggio o Banksy a precios astronómicos. Su valor de mercado es altísimo porque son piezas originales únicas en el mundo. La exclusividad ha impulsado una compraventa que se ha extendido a otras ramas artísticas como la música, el cine o los videojuegos.

Cambio de paradigma

Pero, ¿qué pasa con el arte digital? En Internet, las creaciones pueden ser copiadas, robadas o reapropiadas con multitud de cambios. Ese poder de transformación y compartición es la misma esencia de Internet, pero en el mundo del coleccionismo hace que sea prácticamente imposible conocer cuál es la obra original, algo que le resta valor de mercado.

Los NFT vienen a romper esa lógica y a crear una nueva cultura de coleccionismo. En el mundo digital, un token es una unidad de referencia. Mientras que las acciones de una empresa tienen todas un mismo valor, un token no fungible asocia un valor determinado a un objeto digital único, raro e indivisible. El valor que antes dábamos a bienes físicos como los sellos o obras de arte para mercadear ahora también puede aplicarse a bienes intangibles. Los NFT son un registro de quién posee una pieza digital única.

Además del arte digital, esto abre la puerta a comercializar con infinitud de contenidos como copias digitales de imágenes, publicaciones en Twitter o cartas de Pokémon. Aunque los NFT existen desde 2017, en las últimas semanas han visto un auge en su popularidad. La actriz Lindsay Lohan vendió una foto de su cara por 17.000 dólares (se revendió por 57.000) y artistas musicales como Deadmau5 o 3LAU han ganado más de un millón con ese sistema.

Tecnología para impulsar el valor

Y, ¿cómo se da valor a un objeto digital que puede ser copiado? Los NFT funcionan a través de Blockchain, una revolucionaria tecnología que permite la transmisión de datos de forma privada y sin intermediarios. En ese sistema, que opera como una cadena de ADN de información encriptada, las compras se realizan a través de criptomonedas como Bitcóin. Los artistas se sirven de esa tecnología para certificar la autenticidad de un bien digital, marcarlo de forma permanente e inalterable, sin depender de que sea un experto quien tase su valor. Eso lo convierte en un bien único y especial. Y cuánta más gente lo quiera adquirir más se disparará su valor. Los NFT derivan su valor de su escasez y autenticidad, de la oferta y la demanda y del vínculo emocional del fan con la obra. Y llevan esa práctica al mundo digital.

En muchos casos, la compra de NFT no sirve para adquirir la propiedad exclusiva o los derechos de autor de una obra concreta, sino una copia auténtica. Como el coleccionismo artístico de toda la vida, los NFT funcionan como mecanismo de distinción social o como negocio. Para alardear o para invertir.

El sistema supone un cambio de paradigma que puede ayudar a los artistas. Han aparecido galerías virtuales de compraventa como ‘Nifty Gateway’ y casas de subastas tradicionales como Christie’s se han apuntado al fenómeno. En diciembre, un artista apodado ‘Beeple’ vendió en esa plataforma 20 de sus obras por 3,5 millones de dólares.

Un negocio en expansión

Ese nuevo mercado está disparándose en Estados Unidos, donde ha desbloqueado un jugoso negocio para empresas como Nike, Ubisoft o Louis Vuitton. El año pasado se cuadruplicó el volumen de ventas de NFT alcanzando un valor de 250 millones de dólares, según un estudio de nonfungible.com.

Grandes ligas de deportes como la NFL o la NBA también han dado el salto a ese mercado. La asociación de baloncesto tiene un portal en el que se subastan vídeos cortos de jugadas que llegan a precios difícilmente creíbles. Un cromo coleccionable de un mate de LeBron James se vendió la semana pasada por 208.000 dólares. La jugada puede verse mil veces gratis en Youtube, pero el cromo es único.

Juego especulativo

Los expertos advierten que los NFT abren la puerta a un negocio de alta especulación, pues el valor financiero de esos objetos coleccionables puede ser completamente ajeno a su valor artístico. Pero el valor de una obra es el que la gente le da. La adquisición de un NFT en una plataforma 'online' puede revenderse hasta el infinito. Lo positivo de esta tecnología es que permite que cada vez que se realice esa compraventa el autor de la obra original reciba una comisión de entre el 3 y el 15%, un mecanismo que recompensa al artista.

Como ya ha sucedido con el auge de otros mercados como las criptomonedas, el aliciente de hacerse rico en cuatro pasos también ha facilitado las fluctuaciones de valor y las estafas. A principios de febrero se hizo público que un usuario anónimo fingió ser Banksy, uno de los artistas urbanos más célebres de las últimas décadas, para vender obras por más de un millón de dólares.