La FFCV compartió hace unos días la historia de Mario Pérez, un joven valenciano de 10 años cuya pasión es el arbitraje. «Sólo piensa en pitar, en ver partidos desde el prisma del árbitro y en vestir como los colegiados de Primera».

Su padre cuenta cómo de la noche a la mañana Mario cambió el ‘chip’ y dejó de ver el fútbol con los mismos ojos. Pasó de llevarse un libro a los partidos, porque el fútbol no era su principal interés, a querer vivirlo desde dentro como los ‘trencillas’ de LaLiga. De hecho, últimamente acudía a Mestalla en familia y con su libretita en la que se apunta todos los detalles sobre el colegiado designado y los datos del partido. En su casa destacan la afición del joven. «Pensábamos que sería algo pasajero, pero lleva ya dos años en los que solo piensa en el arbitraje. Conocer a Toño ha sido el sueño de su vida», relató su padre Vicente. «No hay equipaje de árbitro de su talla. Le compré una camiseta amarilla y le cosí un bolsillo para las tarjetas. No se la quita nunca. Lavar y poner. Así un día tras otro», explica su madre Noelia.

Pues bien, la afición de este pequeño le ha llevado a cumplir uno de sus sueños: conocer en persona al árbitro Antonio Mateu Lahoz. El árbitro de Primera es su ídolo, incluso le tiene de fondo de pantalla en el móvil, contaba su padre. Su amigo Julio gestionó con la Federación Valenciana el encuentro y el pequeño acudió a Algímia de Alfara, localidad natal del árbitro internacional. Ambos concretaron una segunda cita en València, y fue allí donde las cámaras de la FFCV grabaron el encuentro entre los dos y su interesante conversación sobre el oficio.

La emoción del pequeño es evidente: no todos los días puedes charlar de tú a tú con tu ídolo, ni tampoco conseguir su firma (el colegiado le regaló dos dedicatorias en dos cartulinas de sanción). «A mí lo que más me gusta cuando pitas es cómo charlas con los jugadores o cómo riñes a los entrenadores», confesaba Mario a Toño.

Mateu Lahoz le explicó a Mario que en sus actuaciones trataba de ser natural. «Yo intento ser como soy. Y si puedo comunicarme con los jugadores o decirle algo a algún entrenador de forma constructiva», dijo. Además, Mario, que suele ejercer en el patio del colegio, se sinceró con Mateu. «A mí lo que más me cuesta es el fuera de juego». Mateu reforzó la actuación de los asistentes, porque el «arbitraje es cosa de un equipo» y le animó a seguir con su pasión. Seguro que, con el paso de los años, Mario sigue disfrutando con el arbitraje. Ahora es momento de seguir aprendiendo para convertirse en un gran colegiado el día de mañana.