Si ellas no juegan, perdemos todos. El mensaje y el perjuicio tiene que llegar a las partes implicadas, que en el momento del despegue han entrado en conflicto por el negocio en lugar de ir de la mano en favor del fútbol femenino. La huelga -indefinida- ratificada por las jugadoras de la Primera Iberdrola arranca este fin de semana y la sensación es que las y los grandes perjudicados van a ser los de siempre. Por un lado, los profesionales y -sobre todo- las chicas, que por encima de todo quieren competir, en las mejores condiciones. Por otro, la afición, el auténtico motor para hacer sostenible este deporte a largo plazo. Esto es fundamental. La semana del partidazo entre Valencia y Atlético, la semana del derbi Betis-Sevilla o del choque entre los dos equipos revelación del campeonato (Depor-Logroño) ha quedado depredada por la incertidumbre y el recelo.

Los clubes han preparado la fecha con normalidad -con la máxima posible- a la espera de que prosperase el diálogo, de que se arreglase un principio de acuerdo a última hora, que no ha llegado. Lo que suceda en el Espanyol-Granadilla -que abre la jornada- y en el Levante UD-Sporting Huelva marcará tendencia. El equipo andaluz viajó a València, pero el paro comienza el sábado. Hay convocatorias publicadas en las cuentas oficiales, ruedas de prensa, actos conjuntos por el Derbi de Sevilla. El proceso potencia las dudas. Se ha hablado de manera no oficial, pero podría darse el caso de que se presenten dos equipos y se juegue o que sólo se presente uno, depende de cada club y de cada jugadora. Por eso, el Barça ha apelado a la responsabilidad, para que no se desvirtúe la competición. Otra cuestión ha quedado en tercer plano: el calendario, qué pasa si unos partidos se juegan y otros no, se pierden los puntos, la jornada... se aplaza, desaparece, se recupera.

El convenio es necesario

El trabajo realizado durante tanto tiempo (por tanta gente y por los patrocionadores que creen de verdad en el juego, no tanto en el negocio) queda en jaque por un ataque de protagonismo, por la disputa de la Federación española por los derechos de televisión y las medallas. El convenio profesional que reclaman las jugadoras establece unos mínimos necesarios, hay una diferencia por salvar, pero todo se resume a lo de siempre: las guerras por el gobierno, la crisis RFEF-LaLiga (que apoyó al fútbol femenino cuando pocos lo hacían, con Iberdrola a la cabeza), los beneficios y un juego que genera expectativas.

Nadie discute que el convenio es necesario. Las futbolistas no piden cobrar igual que los hombres, lamentan haber llegado a este punto, porque su objetivo siempre ha sido que se regule y no que se regale, fijar unos mínimos en derechos, medidas para la conciliación familiar y maternidad, ordenar la cotización, vacaciones o pago del cien por cien del salario cuando se esté de baja. Los equipos, a través de la Asociación de Clubes de Fútbol Femenino, quieren lo mejor para sus jugadoras, también buscan la profesionalización, pero no pueden hipotecar supervivencia y presupuestos sin garantías de ingresos a largo plazo. El baile está en el salario mínimo (16.000 euros) y el conflicto está en la parcialidad mínima de la jornada: el 75% que quieren las jugadoras por el 50% de máximo que los clubes insisten en poder cubrir.

Rubiales contra Mediapro

También hay una cuestión clara, clubes como Levante y Valencia hacen todo lo posible para garantizar esas condiciones. No todo los equipos son los mismo, aunque el problema chorrea más allá. La Dirección General de Trabajo hizo un intentó por mediar en la negociación hace unos días, pero entró como un elefante en una cacharrería, por desconocimiento del medio y de las particularidades del fútbol femenino. Después de trece meses de negociación, la misión que incluía la unidad de todos los clubes hacia una gestión común que permita mejorar y evolucionar la competición, se ha corrompido.

La semana pasada, MediaPro dio un paso para el desbloqueo e hizo oferta: la productora se mostró dispuesta a devolver los derechos de imagen a los clubes con los que tiene acuerdo a cambio de poder elegir la retransmisión de dos partidos de Primera Iberdrola por jornada. Además, garantizaba 1,5 millones de euros. La contrapropuesta de Luis Rubiales fue salvar el desfase en la parcialidad laboral clubes-jugadoras (1.152.000 euros). Como contraprestación, la Federación tendría el control de las retransmisiones, los derechos comerciales y los soportes publicitarios. El entente RFEF-MediaPro no se produjo por recelo: si la productora podía elegir, siempre iba a apostar por los dos mejores partidos por jornada.

El 'Programa Elite'

La Asociación de Clubes de Fútbol Femenino tiene una tercera clave. Su presidente, Rubén Alcaine, ha sido claro respecto: «La propuesta de Luis Rubiales no soluciona el conflicto». Para la ACFF, la Federación debe permitir que su adhesión al Programa Elite, al que ya pertenecen Athletic, Barcelona, Madrid CFF, Sevilla y Tacón. «Estamos esperando poder acogernos a ese Programa Elite, lo que no sólo desbloquearía la huelga sino el tema de los derechos audiovisuales y el de los soportes... Entendemos que sería la solución para todos», ha dicho Alcaine, presidente del Zaragoza CFF.

La realidad del fútbol femenino es que muchas jugadoras compaginan los entrenamientos con los estadios y con el trabajo, que algunas no pueden llegar a entrenar, incluso en horario de tarde. Esa realidad también está presente en la Primera Iberdrola. El espíritu original de la lucha debería elevar a todas esas heroínas. De lo que menos se ha hablado es de ellas, de los proyectos, de la gente que ayuda -por muy poco- a que las chicas sean mejores futbolistas. La reflexión es una: el convenio se tenía que haber cerrado antes de arrancar la competición, se tenía que haber concretado una base de derechos mínima y natural para las futbolistas, poner el foco en crear una estructura fiable y sostenida desde la que poder rechazar limosnas y generar ingresos propios para seguir creciendo de la mano jugadoras y clubes. La primera huelga del fútbol femenino parece inevitable, la sensación es que la normalidad se recuperará a partir de la próxima semana. En manos de todos y todas está marcar la diferencia: hacer historia o caer en la historia de siempre.