El fútbol español vive unos días extraños. La Liga BBVA tiene a muchos de los mejores jugadores y entrenadores del mundo, equipos de primer nivel europeo como Real Madrid, FC Barcelona, Valencia CF, Athletic, Atlético de Madrid, etcétera. Sin embargo, los grandes protagonistas cada fin de semana están siendo otros: los árbitros.

El colectivo arbitral se ha convertido, gracias a la insistencia del Real Madrid y el Barcelona y sus poderosos altavoces mediáticos, en el centro de todas las miradas en cualquier partido que jueguen los dos ´grandes´. En una campaña sin precedentes en la historia reciente de nuestro fútbol, merengues y culés se han enzarzado en una guerra de declaraciones y contradeclaraciones que lo único que hacen es dejar la imagen del balompié nacional por los suelos. Enquistados en si ayudan a unos y perjudican a otros, y viceversa; lo único que han conseguido ha sido condicionar a los colegiados, que llevan cometiendo una serie de errores, más o menos graves, siempre en una misma dirección, a favor de Madrid y Barça.

Este fin de semana hemos asistido a dos ejemplos bien significativos. Ambos equipos han sido claramente beneficiados por las decisiones arbitrales —Sergio Ramos debió ser expulsado por un codazo dentro del área, que a su vez era penalti, mientras que Sergio Busquets cometió una clara pena máxima al tocar el esférico con la mano dentro del área del Atlético de Madrid, que tampoco fue señalado—, pero sus entornos han vuelto a salir a los medios de comunicación para denunciar las malas actuaciones arbitrales en su contra. En el club blaugrana, el vicepresidente Carles Villarrubí aseguró que en la Liga española «no se dan las condiciones para que gane el mejor».

En el Real Madrid, Jose Mourinho prefirió en esta ocasión no hacer comentarios sobre la clamorosa agresión de Sergio Ramos a Diego Costa, pero sí tuvo palabras para el cuarto árbitro, al que calificó como «el más arrogante» que se había encontrado en su carrera deportiva, por recriminarle que abandonara el área técnica en repetidas ocasiones. Estos son los últimos ejemplos de una batería de declaraciones que están intoxicando el fútbol español de un modo más que preocupante.

El principal problema es que todo esto no pasaría de una simple disputa dialéctica si no fuese porque los colegiados se están mostrando claramente condicionados por la tremenda presión a la que se están viendo sometidos. Lo que debería suponer un honor para un árbitro, como es pitar un partido del Barcelona o el Real Madrid, se ha convertido en un ´marrón´ que amenaza incluso con dejarlos un tiempo en la nevera si no tienen una actuación decente, como le ocurriera a Fernando Teixeira Vitienes tras el último clásico de Copa del Rey. Valencia y Levante pueden dar fe perfectamente de esta situación. Los granotas vieron hace un par de semanas como Sergio Ramos no era expulsado tras propiciar una patada sin balón a Del Horno, en una acción muy similar a la del domingo con Diego Costa.

Más polémica levantaron las clamorosas manos de Gonzalo Higuaín en Mestalla, que evitaron el empate del Valencia en el tiempo de descuento. Curiosamente, después de estos dos partidos no salió nadie del equipo merengue a reconocer que el árbitro les había beneficiado claramente. A esta lista de equipos perjudicados podríamos añadir a casi la totalidad del los otros 16 conjuntos de la Primera División.

La solución a este desvarío la tienen los propios colegiados. Su falta de unidad en el criterio a aplicar en determinadas jugadas puntuales genera un mar de dudas del que se aprovechan Barça y Madrid. Si una acción es dudosa, los colegiados suelen hacer la vista gorda si el perjudicado es uno de los ´grandes´, mientras que muestran menos titubeos si ocurre en caso contrario. Pero esto no es una novedad. Que los árbitros beneficien al grande por encima del pequeño es una costumbre histórica en nuestro balompié y casi en el fútbol mundial, aunque eso no significa que no haya que luchar para erradicarla. Así, una unificación en la aplicación del reglamento serviría de gran ayuda para evitar interpretaciones maliciosas sobre si un árbitro no ha visto una jugada o no ha querido pitarla.

Lo único seguro es que al fútbol español no le hace ninguna ayuda este tipo de polémicas. Porque, si las diferencias en el reparto de los derechos televisivos ya genera unas desigualdades sin comparación en el resto de ligas europeas, que los árbitros comiencen a beneficiar a discreción a Real Madrid y Barcelona va a acabar con las dos piezas fundamentales de todo tipo de deporte, la competitividad y la afición.