El caso de José Antonio Romera es un fiel reflejo de la coyuntura socioeconómica actual que estamos atravesando. Una manifestación en el mundo del balompié de la situación global. En definitiva, una forma más de buscarse la vida.

Romera empezó a jugar al fútbol siendo un niño junto a sus amigos en Xirivella, hasta que Óscar Fernández se lo llevó al Torrelevante. De allí dio el salto al Levante, donde formó parte del juvenil e incluso del filial granota (tras una cesión al Onda), y posteriormente recaló en el Gandia. Lateral derecho fuerte y no exento de técnica, la pasada campaña sufrió en sus carnes los rigores de la crisis y la odisea de impagos que se vivió en el club de La Safor. Con un nudo aún en la garganta, a final de temporada se le abrió un nuevo horizonte: «Mi agente (Ricardo Alonso) me comentó que había una posibilidad de ir a un equipo de Praga. Vinieron a vernos jugar en Gandia y pensaron que podíamos ir a probar en el mes de junio Pepe Aicart y yo... y cuando nos dimos cuenta estábamos embarcando ya en un vuelo directo de Manises a Praga. Ahí se afronta todo como una ruleta. Allí puedes ser muy buen jugador y tener una semana mala o al revés. Por eso vas a dar lo mejor de ti, lo máximo, porque es una oportunidad muy grande... aunque nos cogió en la recta final en Gandia que estábamos prácticamente sin entrenar y sólo íbamos a los partidos. Muy por debajo de nuestro nivel normal. Hice entrenamientos en solitario nada más acabar la Liga, ejercicios específicos... y encima me decían que el nivel físico allí era muy alto. Fuimos, Pepe tuvo la mala suerte de romperse, que es algo que puede pasar, y a mí me dijeron que me quedase tres días más. Jugamos tres partidos en una semana y un viernes me comunicaron que me viniese a España a por las cosas, que contaban conmigo. El lunes tenía que estar de vuelta y lo que hice fue venir y coger toda la ropa de abrigo que pude...».

El equipo en el que fichó y actualmente juega es el Dukla de Praga, que milita en la máxima categoría de su país. Romera pasa ahora las fiestas navideñas junto a su familia en Valencia pero el día 3 se marcha de nuevo para allá. La competición está parada en la República Checa y se reemprenderá a finales de febrero, aunque con la llegada del año nuevo se inicia la ´segunda pretemporada´.

Asumir un riesgo

Se trata de un fútbol totalmente profesionalizado y, por encima de todo, con total garantía de cobro. Los checos cumplen: «Es una salida porque aquí hay muchísimos futbolistas y el fútbol sufre igual que el país. No lo estamos notando en Primera, pero sí en categorías inferiores como Segunda B o Tercera. Es una forma de buscarse la vida para seguir adelante con tu trabajo. Siempre tienes ese miedo y más después de lo vivido en Gandia. Es inevitable pensar en si te pasa eso fuera de casa. Aquí tengo a mi familia, pero allí a nadie... aunque la verdad es que confiaba mucho en la gente que me lo había propuesto y en su palabra. Después de lo que he vivido he de decir que al principio fue bastante duro. Es el primer año fuera de casa, apenas jugaba, no podía comunicarme con los compañeros... pero después ha sido muy positivo para mí porque me ha hecho crecer como persona y como futbolista. Yo sí que animaría a que diesen el paso, pero tienen que pensar que asumen un riesgo y que puede salir mal».

El Dukla está hoy instalado en la sexta posición de la tabla y Romera, pese a no jugar en el inicio de campaña, ahora se ha hecho un hueco en el once titular. Con 25 años ha firmado para esta temporada aunque el club puede renovarle por un año más unilateralmente. Asegura que está disfrutando «mucho», aunque no oculta que su objetivo a medio plazo es regresar: «Estoy solo. Mi pareja tiene un trabajo aquí y ella no lo podía dejar todo. Aquello era una incógnita. Me gustaría volver, aunque como están ahora las cosas sé que es complicado. Y si me quedo espero que mi pareja se venga (ríe)...».

Romera ha tenido que marcharse a 2.000 kilómetros de casa para vivir del fútbol y volver a disfrutar jugando. Es otra consecuencia más de esta crisis...