Ex futbolista, comentarista. Madrileño del 69, fue portero del Celta de Vigo, el Real Madrid, el Valencia y la selección español, con la que logró el oro olímpico en 1992. Ahora, cuando uno de sus siete hijos -Lucas, 12 años- sigue sus pasos desde la cantera madridista, él escribe 'Papá, quiero ser futbolista', un manual para dirigir con sensatez las aspiraciones infantiles de triunfar en este deporte.

-¿Qué le parece la decisión de su hijo?

-Yo no pienso en su futuro profesional. Él pretende darme una alegría, pero yo le quito trascendencia. Le digo que es él quien debe ser feliz con ello. Que a su edad sólo debe esforzarse y divertirse. El resto, ya se verá. Dependerá de su capacidad, de su esfuerzo... Es bonito intentarlo, pero también muy difícil, y probablemente mañana le cambie el chip y quiera hacer otra cosa.

-Una actitud prudente. Y poco habitual, por lo que afirma en su libro.

-Hace 30 años, cuando yo empezaba, los padres se limitaban a ver los partidos y disfrutar con sus hijos. Era impensable que, como ocurre ahora en muchas gradas, cuestionaran al entrenador, al árbitro o exigieran a sus hijos en exceso. Hay padres que parecen hooligans.

-¿Sueñan con tener un Messi en casa?

-Gran error. Está bien ilusionarse, pero con criterio. Hay que transmitir al niño el valor del trabajo y la humildad, no hacerle sentir la estrella de la familia por jugar bien ni cargarle con otra responsabilidad que no sea mejorar.

-¿A qué se debe ese cambio de actitud?

-La sociedad ha perdido valores, en general. Falta capacidad de sacrificio.

-Su libro habla de la otra cara del fútbol: de la soledad, de la presión... ¿Cómo lo vivió usted?

-Yo marché de casa a los 16 años. Tenía el apoyo de mis padres, pero en la residencia todo era muy competitivo, dentro y fuera del campo. Era inmaduro y me sentí solo, lloré muchas noches. Aunque luego, el entreno me daba la gasolina que me alimentaba. Hubo chicos que abandonaron.

-¿Qué aconseja a su hijo, que pasa ahora por esa experiencia?

-Cuando me lo planteó, le dije que debía decidir él, que es quien debe afrontarlo. Ahora le digo lo mismo que si hiciera cualquier otra actividad: "No pierdas el tiempo, aprende, esfuérzate, disfruta, valora y€ poco más. Y no te preocupes, porque tu padre no fue capaz de jugar en el Real Madrid, jugó sólo unos ratos". Aunque lo que aprendí allí sí pude luego desarrollarlo en otros equipos.

-¿Cómo le prepara para un fracaso?

-¿Qué entendemos por un fracaso? Para mí no es un fracaso el niño que intenta ser futbolista y no lo consigue. Esa experiencia le hará madurar, le enseñará que la vida no es sencilla.

-Hay que tener un plan B, por si acaso.

-Lo puedes diseñar y es bueno tenerlo, pero a medida que creces, el fútbol te exige todo tu esfuerzo. De niño estudiar es lo esencial, pero de adulto no puedes ser un futbolista que no descansas porque tienes un examen. Es una profesión muy sincera. Compites contigo, con tus compañeros, con el rival. Lo arriesgas todo. Si tú no pones toda la energía, otro la pondrá.

-¿Cómo es su vida tras el fútbol?

-Yo soy una persona completamente distinta desde que he dejado el fútbol, hace seis años. Me he relajado.

-¿Qué le hace feliz?

-A mí me apasiona cada momento de mi vida. Vivo en Valencia y trabajo en Madrid (en Canal + y en la Ser). Estoy felizmente casado, enamorado de mi familia. Y sufro por no estar más en casa. Eso significa ser rico y feliz.