La vuelta de Fernando Torres al Atlético de Madrid culmina un anhelo de la afición rojiblanca durante los últimos siete años y medio, desde que fue traspasado al Liverpool, cuando volvió al estadio Vicente Calderón con otro equipo o la selección o cuando se hablaba de la posibilidad de su regreso.

"Espero volver algún día", expresó el 3 de julio de 2007, cuando su marcha a la 'Premier' era un hecho, cuando se despedía del club de su vida con un "hasta luego", con la convicción entre sus hinchas de que, algún día, los pasos de uno y otro volverían a compartir el mismo camino, como ocurrirá desde ahora, a partir del mes de enero.

Desde aquel día veraniego, cuando por la tarde ya posaba con la camiseta de su nuevo club, una gran parte de la afición del Atlético siempre siguió ligada a su trayectoria, pendiente de sus goles con los 'Reds', el equipo inglés con mayores adeptos entre la afición rojiblanca desde entonces, e indudablemente de uno de los suyos.

Aparecieron entonces camisetas rojas del Liverpool con el '9' de Torres en el Calderón, el mismo escenario donde, dos cursos después, se cruzaron ambos equipos en la Liga de Campeones sin el delantero madrileño, baja por lesión, y con las hinchadas unidas en un cántico de ánimo al atacante por su pasado atlético y su presente 'red'.

Torres, que lució una bandera de España con el escudo del Atlético por las calles de Madrid en las celebraciones por la conquista de la Eurocopa de 2008 con la selección española, siempre ha sido un ídolo en el Manzanares, que le ha ofrecido un cariño indudable y unánime cuando volvió al campo con otra camiseta.

Después de perderse por lesión en ese estadio el citado choque de la Liga de Campeones, las semifinales de la Liga Europa 2009-10, la competición que después ganaría el Atlético en la final contra el Fulham en Hamburgo, o un amistoso de la selección española ante Argentina, el 14 de noviembre de 2009, regresó allí el 16 de octubre de 2012 con la 'Roja' en un duelo de clasificación ante Francia.

El delantero entró al terreno de juego para los últimos quince minutos. La ovación fue atronadora. Los 48.000 aficionados que cubrían más de tres cuartos del aforo del estadio aclamaron a Torres como si aún jugara en el Atlético, cinco años después de su último duelo allí como rojiblanco, el 9 de junio de 2008 ante el Celta.

Volvió a sonar el "Fernando Torres, lo lo lo, Fernando Torres, lo lo lo...", como también sucedió el 22 de abril de este año, en un partido de enorme transcendencia, las semifinales de la Liga de Campeones, con él en las filas del Chelsea y con el Atlético de Madrid enfrente por una plaza en la final de la competición.

"Es un chico que quiere mucho a este club y a su gente, que siempre tiene recuerdos, atención y el pensamiento puesto en todo lo que le pase al club y a su equipo. Él sabe que mañana es un partido que seguramente le tocará jugar y es normal que la gente, cuando el árbitro pite el inicio, no esté con él por el tema de competitividad, pero cuando termine el partido, antes de empezar y en el calentamiento, tendrá una ovación como la que merece, porque es un chico de la casa, un chico querido y ojalá la gente lo reciba como lo tiene que recibir, como ya hizo en Mónaco (en la Supercopa de Europa de 2012). Es un chico que será siempre del Atleti esté donde esté", aseguró entonces el argentino Diego Simeone.

El técnico echó la vista atrás a la Supercopa de Europa de 2012, cuando el Atlético goleó por 1-4 al Chelsea de Torres, cuyo nombre fue coreado una y otra vez al término del duelo en Mónaco desde las gradas que ocupaban unos cinco mil seguidores del equipo rojiblanco.

Lo mismo ocurrió en el choque de ida de las semifinales de la Liga de Campeones, amplificado por los 54.000 espectadores que llenaron el Vicente Calderón y que se volcaron en el apoyo a Torres.

"Esta es la que ha sido mi casa muchos años y me han hecho sentir como tal desde que he llegado hasta que me voy. Gran sensación, preciosa, lo que he sentido cuando el estadio ha coreado mi nombre", declaró el atacante tras el encuentro, después de recibir el cariño de una afición que siempre lo recibe como ídolo, ahora de nuevo de rojiblanco.