Cuatro y media de la tarde de este martes. Un hotel de Benicàssim. Una pandilla de adolescentes curiosos merodea por los aledaños de las instalaciones cuando Rubén Pons —el fisioterapeuta de confianza de Mohamed Salah que trabaja para el Liverpool— aparca su coche en la puerta y entra con discreción con un paquete en las manos. Se empieza a extender el rumor de que el astro egipcio, máximo goleador de la Premier League esta temporada y finalista de Champions League con el Liverpool, está hospedado allí y apenas unos minutos después una docena de chavales y curiosos se arremolinan ya en la puerta.

Todos hablan de si en los últimos días lo han visto aquí o allá, pero nadie aclara nada con certeza cuando el jugador egipcio, ataviado con camiseta gris, pantalón corto negro y zapatillas de deporte, irrumpe en la escena, baja las escaleras del hotel y va posando con los aficionados al mismo tiempo que firma autógrafos mientras recorre los apenas veinte metros que le separan del vehículo hasta que un chaval, en su afán de detenerle para hacerse un ‘selfie’ junto a él, le apoya la mano en el hombro izquierdo y el futbolista hace un gesto ostensible de dolor. Es evidente que todavía le duele bastante y apenas faltan 15 días para el debut de Egipto en el Mundial