La delicada situación del Villarreal CF solo tiene dos desenlaces posibles: la reacción del equipo que conlleve la permanencia o el desastre que significaría un nuevo descenso siete años después. La última derrota en Mestalla evidenció las carencias y los problemas de un equipo con mucho potencial, pero que no emerge de las profundidades en LaLiga.

Las palabras de Luis García y de Asenjo ponen de manifiesto la desunión sobre el césped y la falta de confianza de varias piezas claves del equipo. Ese es el primer paso a conseguir por Luis García y la plantilla: recuperar la confianza perdida en el compañero y unirse para sacar los partidos adelante. El Athletic de Gaizka Garitano es un espejo en el que mirarse con 15 de 21 puntos posibles y una evidente comunión en el vestuario desde el cambio de técnico. Y es que si Javier Calleja firmaba el mejor inicio en el banquillo groguet, Luis García, sin victorias en LaLiga, ha hecho el peor debut y el cambio no ha supuesto la recuperación deseada todavía, mientras el equipo ve como Athletic o Rayo escapan de la quema.

Esta situación límite no es nueva para Luis García. En su etapa con el Levante UD uno de los motivos por los que se le designó como el sustituto adecuado para Calleja, esa experiencia previa en la lucha por la permanencia. «Viví una parecida con el Levante pero ésta me tiene las 24 horas rompiéndome la cabeza para ver cómo salir», recordó el propio técnico tras el duelo en Mestalla y justo siete años se ve en las mismas.

Corría la temporada 2010/11 y dirigía el banquillo del Ciutat de València. El Levante quedaba tocado tras una dura derrota frente al Sevilla y encaraba el duelo contra el Getafe como una final, que a la postre supondría un punto de inflexión con cuatro victorias en cinco partidos. «Quiero ver sangre en los ojos de mis jugadores. Es una cuestión de confianza, de volver a tener fe», decía el madrileño. Luis García asumía un discurso similar al actual: «Todo lo que diga aquí ya lo hemos hablado en el vestuario. No es una sorpresa para nadie. O cambiamos de una puta vez o nos va a costar muchísimo. O somos un equipo de garra y de coraje, con calidad porque la tenemos, o no podremos lograrlo». Por el mismo camino tiró Sergio Asenjo reclamando «once guerreros» en el campo.

El entrenador preparó una sesión de trabajo diferente en Orriols. Charló con los futbolistas y realizó ejercicios para fomentar la confianza y la comunicación en el campo como 'El salto del Ángel'. También en aquel momento se llegaba tras un revés. Luis García apretó las tuercas a varios jugadores, que reconocían también sus errores y ponía a Iborra como ejemplo. Por su parte Javi Venta se vestía de Asenjo y aseguraba que «era uno de los días más duros» en su carrera. Ese 'mea culpa' es necesario dentro del Villarreal. El cuerpo técnico y la plantilla deben sentarse, hacer una puesta en común, asumir errores y conjurarse para sacar al Submarino adelante. Solo un arranque emocional puede despertar a este Villarreal, que cuenta con el apoyo de la grada tras esa 'reunión' el día del Athletic.