Calleja comenzó esta temporada con el reto de cumplir objetivos y sobre todo de que el equipo estuviera en la parte alta de la tabla. El técnico, que la temporada pasada tuvo un momento de pausa tras ser despedido para ser 'repescado' por la entidad amarilla, salvó al equipo y se ganó el derecho de seguir en el banquillo de La Cerámica. Y este año lo cierto es que ha ido poco a poco superando todos los retos que le han aparecido encima de la mesa, aunque las tres derrotas consecutivas previas al parón por la crisis sanitaria dejan un sabor agridulce. Cabe recordar que llegó a rozar puestos europeos después de que a mediados de la primera vuelta, la situación del equipo era de dudas. Por ello, el entrenador tiene once finales cuando se reanude la competición, pero sobre todo ocho: los seis encuentros de casa y los dos en Balaídos y el Nuevo los Cármenes, donde el cuadro amarillo debe sacar algo positivo. Y más aún teniendo en cuenta que la séptima plaza aún puede dar acceso a Europa

El 31 de octubre el Villarreal viajó a Ipurua con el equipo en un fantástico estado de forma. Cinco victorias en siete partidos. Solidez defensiva, un poder ofensivo envidiable y la sensación de tener las ideas claras. A un paso de la victoria 300 en Primera, ese triunfo tardó sin embargo en llegar más de un mes. En concreto tuvieron que pasar siete encuentros para que el equipo saliera victorioso. Pero de esa crisis el Villarreal. Enlazó triunfos contra el Sevilla en el Pizjuán, Getafe en casa y Real Sociedad también a domicilio. La derrota en casa contra el cuadro perico se consideró solo un traspié inesperado y de nuevo en Mendizorroza se recuperó la senda de la victoria. También ante Osasuna en casa con el primer tanto de Alcácer. Tras aquel choque, el Submarino solo ha ganado un encuentro de cinco disponibles, pero la sensación es que Calleja tiene recursos suficientes para encontrar de nuevo una solución. Esa que consiguió el año pasado tras volver a tomar la responsabilidad del banquillo y este año tras la crisis de noviembre. Y es que Europa está difícil, pero no imposible.