"Cuidado que viene, ¡colócate bien la mascarilla!". Es una frase figurada (o no) de las que se escuchan estos días en las Ciudades Deportivas, auténticos búnkeres a los que sólo se accede previa acreditación y control de temperatura. Los directores de partido, reconvertidos en inspectores de entrenamiento, son como los nuevos monitores de pasillo. Una figura paternal que causa filias y fobias. Nadie quiere que lo castiguen por saltarse las normas sanitarias de las que depende el regreso de la competición.

La misión de estos 'detectives' incrustados en el día a día de los equipos es asegurarse de que se cumple el estricto protocolo impuesto por LaLiga y el Consejo Superior de Deportes para evitar contagios por Coronavirus. Igual que durante la competición, cuando los clubes se las tienen tiesas con ellos por el reglamento de televisión, hay casos en los que está ocurriendo parecido. Un tira y afloja, siempre dentro del respeto y la comprensión, que forma parte del paisaje.

Algunos entrenadores de Primera División como Sergio González o Javier Aguirre ya han levantado la voz por lo que consideran una invasión en su día a día. Otros como Zidane tiran de picaresca al participar en los rondos y suplir la ausencia de efectivos en esta fase de grupos limitados a 10 jugadores. Y tampoco faltan los que han acabado por interiorizar esta 'nueva normalidad' sin mayor problema. Probablemente estos últimos son la mayoría silenciosa.

"Se porta bien con nosotros y hace su trabajo, aunque es verdad que causa respeto. En cuanto vemos que se acerca tenemos cuidado para que no nos multe", dice, entre risas, una fuente que prefiere que no se revele su identidad. También muchas de las imágenes que los propios clubes difunden estos días obedecen a su proximidad. "Más que fotos y videos de un entrenamiento parecen sacadas de la autopsia a un extraterrestre", bromea un fotógrafo que también lo lleva con filosofía.

De traje y corbata

Hay inspectores para todos los gustos. Desde los que se meten en casi todo, como el que invitó a los jugadores del Leganés a no decir tacos porque el entrenamiento se estaba grabando, a los que dejan correr el aire y se limitan a cumplir su cometido resolviendo dudas y controlando que todo está en orden: mascarillas y guantes bien puestos, desinfectantes, distancias de seguridad...

Si alguien incumple las normas, eso sí, el chivatazo es inmediato. Quien piense que su papel se reduce a sentarse en la grada y ver los entrenamientos está muy equivocado. Desde luego, desapercibidos no pasan. Entre otras cosas porque es fácil identificarlos: mientras que los jugadores se marchan a sus casas con la ropa de entrenamiento para ducharse, ellos van impolutos con traje y corbata además de con mascarilla.