El epílogo del Atlético de Madrid en esta Champions hizo justicia a su trayecto y, por encima de todo, fue consecuente con la decadente línea argumental que viene dibujando en las últimas semanas. Dramático en defensa, inoperante en ataque, triste en alma, el conjunto rojiblanco queda eliminado y da por finalizada su temporada europea tras caer sin paliativos en Oporto (2-1), en un encuentro de engañoso resultado en el que debían demostrar un amor propio del que no hubo ni rastro.

Ni la Europa League le queda como consuelo, abocado a la última plaza de un grupo asequible, realidad que invita a pensar, más de lo que en apariencia lo hacen sus dirigentes, sobre si la gloriosa etapa de Simeone debe ir aproximándose a su final. Al menos ya no parece un sacrilegio sugerirlo. Algo es algo.

Una victoria del Brujas frente al Bayer Leverkusen habría maquillado la debacle colchonera, remontándole a la plaza que deriva a la Europa League. Pero no llegó el favor belga (acabaron con empate a cero, lo que deja al Oporto primero de grupo y al Brujas segundo) y fue justo que así ocurriera, pues este Atlético merece ahora mismo mucho más un correctivo, por severo que sea y lo es mucho, que un premio de consolación que matice su incontestable depresión. El dislate del penalti 'post mortem' contra el Leverkusen queda ahora como anecdótica arritmia en el contexto de un paro cardiaco ya irreversible.

Gol en el minuto 5

Lo primero que hizo el Atlético al levantarse de la cama, a modo de spoiler, fue estampar el meñique de su pie contra la pata de la mesilla. Fue ridículo el modo en que Taremi se descubrió a sí mismo en el área pequeña con el balón en los pies con Oblak como fino escudo de papel frente a sus ansias de gloria. Encontró el ariete un abismo entre Nahuel Molina y Savic por el que penetrar sin oposición. Podría haber llamado al resto de sus compañeros y haber desfilado todos juntos por ese agujero. Tan inmenso era que cabían todos sin rozarse siquiera.

Un drama aderezado con el golpe de suerte de que el disparo cruzado de Evanildo fuera una calamidad y acabara transformado en un pase franco hacia el área pequeña, desde donde Taremi anotó su quinto gol en esta Champions. Cinco eran también los minutos que habían transcurrido desde el pitido inicial y al Atlético ya le recorrían de nuevo todos los escalofríos de sus últimas noches.

El tópico invita a decir que el Oporto olió la sangre y detectó el flanco débil (el más débil, mejor escrito) de la zaga rojiblanca. Pero la realidad es que no hacía falta ser un sabueso para concluir que la zona que protegían Savic y Molina era una invitación popular a una bacanal. Salvó Oblak a los suyos antes del cuarto de hora, en otro vacío por ese costado derecho que Galeno no supo aprovechar, pero ya no pudo hacer nada en el 24 para evitar el segundo.

El primo malo y blandito del Savic de otras temporadas trató de despejar un balón como si lo hiciera ante un párvulo y Galeno lo aprovechó para quemar metros en solitario y disponer un paso atrás hacia Eustaquio, que resolvió el regalo con un certero disparo a la base del poste del desesperado Oblak.

Daban ganas de agarrar un trapo blanco o algo equivalente de cualquier lado, acercarse a Simeone y tirarlo al suelo con la mayor estridencia posible. El Atlético era un autómata que solo sabía responder a los golpes del Oporto trazando pases intrascendentes hasta la pérdida final, como un adolescente tratando de resolver cálculos logarítmicos un domingo de incapacitante resaca: fingía hacer algo, pero no hacía nada. Y no engañaba a nadie.

Sin cambios al descanso

A pesar de las clamorosas evidencias de naufragio, Simeone decidió no hacer ni un solo cambio en el descanso, aunque desde fuera dieran ganas de quitarlos a todos salvo a San Jan Oblak. Quizá la inacción del argentino fuera lo más desconcertante del partido. Y el listón estaba en la estratosfera. Claro está, el Atlético siguió como estaba, vagando por el césped de O Dragao.

Simeone vivió una noche de pesadilla en Oporto. Reuters

Esperó el Cholo hasta el 60 para mover el banquillo (retiró a Joao Félix, que por cada paso al frente da dos hacia detrás) y con la entrada de Carrasco le aportó algo de picante a su ataque. Consiguió incluso marcar el Atlético en el 68, con una gran definición de Griezmann, pero una discutible falta previa de De Paul borró la acción del acta del encuentro.

Un espejismo que no consiguió levantar al Atlético de la lona, pues Oblak tuvo que volver a demostrar sus habilidades en el toma y daca final. El gol de Marcano en propia puerta casi en la última jugada del partido fue una mera anécdota. El Atlético nunca estuvo cerca de ganar ni se creyó que podía hacerlo. Y la eliminación total de Europa es el justo castigo que recibió por ello.

Ficha técnica

Oporto: Costa; Pepé (Conceiçao, min. 89), Cardoso, Marcano, Zaidu (Wendell, min. 53); Otavio (Borges, min. 89), Grujic, Eustaquio, Galeno (Folha, min. 89); Evanilson (Toni Martínez, min. 81) y Taremi.

Atlético de Madrid: Oblak; Molina, Savic, Giménez, Reinildo: Correa (Barrios, min. 85), De Paul, Witsel, Saúl (Carrasco, min. 60); Griezmann y Joao Félix (Cunha, min. 60).

Goles: 1-0: Taremi (min. 5). 2-0: Eustaquio (min. 24). 2-1: Marcano, en propia puerta (min. 95).

Árbitro: Daniele Orsato (ITA). Amonestó a Grujic, Reinildo, Savic, Cardoso y De Paul.

Estadio: O Dragao de Oporto.