Manuel Llorente vuelve por la puerta grande, aunque nunca se fue. El futuro presidente lleva el Valencia en las venas y por eso acepta el marrón. Muy pocos han querido asumir el reto de comandar una entidad en riesgo de disolución, con una deuda desbocada y con futuro incierto también en el plano deportivo. Esa valentía merece el reconocimiento. Lo tiene más fácil que otros porque conoce la casa, por dentro y por fuera, como nadie y es el más indicado para poner en marcha las austeridades previstas.

Austero

Llorente usó durante diez años la misma mesa que encontró en el diminuto despacho que tenía en las anteriores oficinas del club. Lo digo para que sepan que se han acabado esos lujos asiáticos de la última época. Además la plantilla va a saber, por fin, lo que es un presidente exigente. Los jugadores desmotivados tienen difícil su continuidad.

Prestigio

En un partido en el Bernabéu coincidió con el líder de la UGT, Cándido Méndez, un habitual del palco con Florentino. El sindicalista, un forofo madridista, estaba muy insolente durante el encuentro, hasta que Llorente se giró y le dijo: «¡Ya está bien, que en Valencia también hay afiliados a la UGT!».

Interino

Javier Gómez presidirá la Junta de Accionistas de mañana. Se lo merece. Además se va a convertir en la mano derecha de Llorente. El mensaje que dio ayer es el que esperaba la afición: «El Valencia debe saber vender y comprar jugadores». ¿Notan el cambio?

Ánimo

Llorente se desvinculó ayer del Pamesa, donde no ha conseguido los triunfos que amasó en el fútbol. Sólo queda esperar que Juan Roig siga con la fuerza que le caracteriza para que el baloncesto triunfe en Valencia.