Faltan diez minutos para el fin del partido. El Valencia va perdiendo y aprieta a la desesperada para empatar. Costa y Alba están a punto de sacar una falta cerca del área y Rami se va al banquillo a beber agua. Esa es la auténtica imagen del equipo de Emery. Sin intensidad, sin implicación y sin orden. La preocupación en la grada es máxima, primero por perder ante un Sevilla en horas bajas y luego porque la actitud de los jugadores deja mucho que desear. Y cuando eso pasa, al menos se espera una reacción desde el banquillo, pero ahí tampoco se encuentra. Porque un minuto antes que el Sevilla se pusiera por delante, el técnico había decidido que Barragán entrara, pero cuando Navas marca, igual era cuestión de variar la decisión para ganar más efectivos al ataque.

Autogestión

Pero no es un problema ni de Barragán ni de Rami ni de este o aquel. Es de todos. La grada está enfadada porque su equipo no juega a nada y muestra síntomas de una indolencia detestable. No se ve un esquema de juego definido, no hay enlace entre líneas y Soldado se encuentra solo la mayor parte del partido. Hace muchos partidos que no le llega un balón en condiciones al ´9´ blanquinegro.

Cambios

Hace tiempo que advertí que el discurso ese de la tercera plaza en versión local, y los campeones de la otra liga en versión visitante, era una milonga. Se puede ser tercero con dignidad, sabiendo a lo que se juega y dejándose el alma en el campo, pero no es el caso.

Renovación

«Valencia échale huevos», se escuchó desde la esquina de Gol Gran, la grada que nunca decae y más anima. Pero la solución no es una cuestión de ´eggs´, sino de fichar buenos futbolistas.

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