Hay casos recientes para desconfiar de la irrupción de Bernat. Míchel, Isco o Guaita son la máquina de la verdad de Braulio, alguien que prefirió a Topal antes que a Iborra gratis. Pero como superviviente de un proyecto a la deriva, merece la simpatía de la víctima. Ahora que le ha visto las orejas al lobo, se acabó de mirar hacia Francia y toca la partida de Javi Fuego, Aspas y compañía. Por eso, el valencianismo, tan necesitado de creer en los suyos, debe ser pesimista con Bernat, porque si Braulio no ha impuesto la titularidad de Guaita, ¿cómo admitirá su error con Bernat y su mala elección de Piatti y Viera? Llorente escucha: el Valencia es fútbol, y el club necesita de los mejores ojeadores. Si hubiera hecho caso, estaría más arropado.