La Cultura del Esfuerzo tuvo en Perasovic a un gran representante en los tres años y cuatro temporadas que estuvo al frente del banquillo taronja. Con él al mando, el equipo asombró a toda Europa con su juego la temporada pasada. Supo contagiar su ambición, su espíritu de sacrificio y la idea del colectivo por encima de las individualidades. Un cóctel perfecto que llevó al equipo a ganar el título de la Eurocup y a rozar la final de la Liga. Demasiado bonito y difícil para prolongar en el tiempo los éxitos de un equipo al que muchos definieron -entre ellos yo- como el mejor de la historia taronja con permiso de los Oberto, Tomasevic y compañía. Pero en unos meses se ha pasado del cielo al infierno, del balcón del Ayuntamiento al comunicado de ayer en el que se anunciaba la destitución de Perasovic. Un triste y doloroso final de ciclo para un técnico que forma parte de algunas de las mejores páginas de la historia del club.

Un ciclo muy largo

Una vez más, se confirma la teoría de que un ciclo de más de tres temporadas puede ser excesivo para un entrenador y más si responde al perfil de Perasovic. El desgaste con la plantilla es inevitable y más si no son pocos los que llevan varios años trabajando juntos. Sus métodos de entrenamiento exprimen hasta la última gota a los jugadores hasta el punto de que los máximos responsables del club están seguros de su relación causa-efecto con el interminable número de lesiones de cada año. Ahí se pudo pasar de frenada, al igual que en sus decisiones de olvidar a algún jugador en el banquillo al más mínimo fallo en pista. De la Cultura del Esfuerzo pasó a la del sobreesfuerzo y, como él mismo dijo tras el partido del martes, «el equipo no da más». Da la sensación de que es momento de bajar de revoluciones y coger aire. La afición necesita volver a creer y ahora son los jugadores los que están obligados a reaccionar. Es hora de estar con Durán y de agradecer a Perasovic su trabajo en Valencia.