Nos podrá gustar más o menos el equipo que el sábado presentó el Valencia CF en Mestalla. Estaremos más o menos de acuerdo con los fichajes de Bruno, Mathieu, Moyà y Dealbert. Nos ilusionará más o menos la irrupción de los jóvenes. Nos molestará más o menos ver otra vez a Albelda y Baraja manejar la zona donde se equilibra y elabora el fútbol del Valencia. Nos cabreará más o menos lo de Angulo. Seremos más o menos felices con la presencia de Villa, de Silva, de Mata, esos jugadores que en algún momento incluso dimos por perdidos. Nos podrá irritar más o menos la presencia de Unai Emery un año más —firmado estaba con o sin Liga de Campeones— en el banquillo. Por encima de todas las preferencias existe una sensación de que esta pretemporada el equipo está enchufado como hacía mucho tiempo no se apreciaba, y esa sensación vale tanto para los los nuevos como para los jóvenes y los más viejos.

Es la mejor noticia que puede transmitir este Valencia castigado por las dificultades económicas y la inestabilidad accionarial. Y nada ocurre por casualidad. La plantilla dejó de creer hace mucho tiempo en Juan Soler y llegó a reirse de él. La confianza en Vicente Soriano fue tan fugaz como las ofertas que dijo tener cuando fue presidente para vender las parcelas de Mestalla y terminó por desaparecer. Ahora, con más o menos dificultades, hay un referente que ofrece al futbolista confianza y seguridad, dos cosas necesarias en cualquier empresa y mucho más si de lo que hablamos es de fútbol. En este Valencia nadie se ríe de nadie.