Ayer fue jueves. Como siempre desde que Mendilibar es entrenador en Pucela, la plantilla debió dar buena cuenta de un suculento jamón ibérico nada más terminar la sesión de entrenamiento, regado con cervezas y algunas botellas de buen Ribera del Duero aunque en este caso sea a orillas del Pisuerga. Quizá hasta por la noche hubo cena de hermandad, un ritual que al técnico del Valladolid le funciona a la perfección y que tiene una única norma: prohibido estar en casa antes de las dos de la madrugada. Quien no la cumpla, paga multa para el próximo jamón. Así es como Mendilibar mantiene al Valladolid en la Liga BBVA con este grupo de futbolistas nada galácticos, pero que se dejan la piel en el campo por el compañero como pocos. La complicidad y el compañerismo no se entrenan, se viven. Como no se pueden poner puertas al campo, si tienen que salir, mejor que lo hagan juntos.

No encajaría el astuto Mendilibar en la galaxia Real Madrid, un laberinto de vanidades donde Florentino se afana en impartir a sus chicos educación para la ciudadanía. Uno de los puntos esenciales es, cómo no, la prohibición absoluta de las salidas nocturnas. En inglés o en portugués. Aprovechando que el domingo pasa por Valladolid, como el Pisuerga, no está de más recordar que el Valencia tiene un gran equipo que puede llegar a ser muy fuerte si hay unidad, compañerismo y solidaridad. Con o sin jamón. También tiene su guasa que fuera precisamente el extinto clan argentino quien se ocupara de cuidar estos intangibles en Paterna con aquellos asados de antaño.