Algunas veces el aficionado que paga y compra acciones para salvar a su equipo tiene también un poquito de derecho a saber lo que piensan de verdad los personajes del fútbol, esos que, generalmente por culpa nuestra, casi siempre hablan mucho para decir poco. Por eso, aunque sea políticamente incorrecto y por más que haya molestado a Emery que todas las miradas le apunten a él —por algo será—, a lo mejor hasta hay que agradecer que el Guaje no se mordiera la lengua y dijera en ese momento lo que pensaba. Al que paga, al que sufre, siempre le quedará el consuelo de que ellos —en este caso Villa— vieron exactamente lo mismo que apreciaron todos los que vieron el partido y están igual de avergonzados por lo ocurrido entre el Valencia y el Sporting. Es decir, que el entrenador se equivocó y confundió al equipo con los cambios, que los jugadores creyeron que el partido estaba ganado y que, entre uno y los otros, el rival sacó petroleo. También que así no se va a ninguna parte. Más vale que este fuego haya alcanzado cierta altura para que se apague con la contundencia que requiere y no queden peligrosos rescoldos. Mejor ahora.

Sobre Miguel

Del asunto Miguel se podrá discutir si es conveniente o no sancionar con días de vacaciones, pero más que otra cosa llama la atención que el entrenador disculpara su retraso tras la sesión de entrenamiento del sábado y 24 horas después lo dejara fuera de la convocatoria para un partido en el que seguramente iba a ser titular. No es cuestión de decir que alguien ajeno a Emery tuvo que influir en ese cambio de criterio, pero la mujer del César, además de ser decente, también debe parecerlo.