La afición del Valencia habría llenado esta noche las gradas del Nou Mestalla si, como algunos serían capaces de exigir en el colmo del cinismo, Peter Lim lo hubiera conseguido terminar en cuatro días en lugar de cuatro años. Asusta pensar qué hubiera sido del Valencia CF y de ese gran estadio cinco estrellas, con o sin cubierta, preparado para recibir a un equipo sin alma, a la baja, que vende a todas sus estrellas , con una afición desencantada y resignada a su „mala„ suerte, la que trajeron los gobernantes que lo han llevado a esa situación. La mala noticia es que esa nueva y espectacular casa del valencianismo tardará todavía unos años en ser realidad, los tiempos que ha de llevar un proyecto de tal magnitud, la buena que mientras todos los esfuerzos se van a centrar a partir de ahora en asegurar que cuando llegue el gran día tendremos asegurado el mejor contenido posible: una afición numerosa e ilusionada y un equipo fuerte que compita con los mejores y aspire a ganar títulos. Lo primero no ofrece dudas, la prueba palpable son esos más de 50.000 que no se quieren perder el estreno y muchos más que seguramente se han quedado fuera, cuando años atrás había que regalar entradas para que la foto resultara al menos decente. Lo del equipo está en vías de hacerse realidad, sin olvidar que partimos con un retraso no previsto y a una semana de que el balón comience a rodar de verdad faltan bastantes más cosas de las que debería.

Pero este es un día para disfrutar y celebrar que esta entidad histórica y todo lo que representa dejan atrás muchos fantasmas y le dejan por fin mirar al futuro con ambición, después de todas las trabas que c esta situación hasta el límite. El Valencia CF es tan grande que un día después de cerrarse la venta de esas acciones puede ocurrir que la gente lo sienta más propio que nunca, y acuda en masa a celebrarlo como en los viejos tiempos, como los días de la reAMUNTada del Basilea y del Sevilla. Lleno hasta la bandera.