Tenía Voro la seguridad de que su equipo iba a competir a pesar de todo lo que está pasando en el Valencia CF. Tenía hasta la seguridad de que el partido se iba a ganar si no se daban cosas muy extrañas que lo pusieran especialmente cuesta arriba, a saber, una expulsión, recibir un gol muy temprano... Para eso el ánimo ahora mismo no llega. Estaba en lo cierto, podía haber ganado con cierta comodidad al último y sin duda al peor equipo de la Liga incluso regalando goles a diestro y siniestro, porque hay cosas que no cambian ni hay interés de cambiarlas. Estamos a 10 de enero, sus técnicos les dejaron claro -antes de irse- que no había otra salida más que hacer una pequeña o gran revolución en enero pero Lim y Layhoon siguen sin hacer nada más que esperar a que suene la flauta. Lo que no podía imaginar el entrenador es que tampoco sumaría los tres puntos después de adelantarse tres veces, de que el rival se marcara en propia puerta y de tener un penalti en el minuto 86 para hacer el 2-4.

Tampoco hay que engañarse, esas cosas extrañas que están pasando, esos errores de Mario Suárez, esos veteranos que no aparecen, esas piernas que tiemblan, son parte de este Valencia. La presidenta, con su séquito, más preocupada de pactar con el mismísimo diablo para aplacar las críticas hacia ellos que de explicarle al propietario que tienen la obligación de hacer todo lo posible y lo imposible para que el Valencia no se vaya a segunda... con diablo incluído. Empiece por leer el partido, Carlos Soler, Lato y Sito, por mirar a los ojos a Voro al final del partido y entender su desesperación, por escuchar sus palabras. Al aficionado no le queda otra que sufrir, en silencio ya parece claro que no, y para sufrir, casi mejor que sea con los chavales que con los veteranos que no dan la talla o los fichajes que puedan traer Alexanko o el propio Lim directamente si así lo dispone. Amunt, Voro.

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