Si el Valencia CF llegó a semifinales de la Copa con Neville y Zahibo, aunque una vez ahí se lo explicó bien explicado el Barça, tampoco es nada descabellado pensar que lo pueda repetir con Marcelino y Maksimovic, que no es Kondogbia pero tiene fútbol y tampoco es un futbolista para perder de vista ni regalar.

Solucionado este primer trago del Zaragoza hay que pensar primero en el Alavés y después en ese mes de enero que con la Copa, como ya advirtió el entrenador, será muy intenso. Vamos, que esos retoques en la plantilla no vendrán nada mal y cuanto antes mejor, aunque lo más inmediato es que todos los que están acaben aportando lo suyo. Lo de Orellana quizá no vaya muy lejos, pero queda demostrado que era importante recuperarlo, para el equipo y parece que también para el grupo.

Quedaban menos de diez minutos para acabar el partido y la noticia era que el Valencia no solo no estaba ganando, tampoco había marcado un gol. Cosa extraña a estas alturas. En realidad, después de ochenta minutos el desenlace esperado llegó gracias a la luz que pusieron los eléctricos en la recta final, en especial Rodrigo.

Después, como si todo estuviera escrito de antemano y hubiera que cumplirlo sí o sí, Marcelino gritaba en la banda a falta de tres minutos para el final, pedía intensidad, un último esfuerzo para sentenciar con el segundo, que llegaría de penalti en el 91. El Valencia está en un momento en que le sale todo y eso hay que exprimirlo al máximo.

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