Voy a ir al grano. El año del Centenario que acaba de estrenar de manera oficial el Valencia CF en el Palau de les Arts es mucho más que una camiseta blanca y un calzón, también blanco, que nunca gustarán a todos. Es muchísimo más que un himno o una canción que será recordada con el tiempo o quizá no. Es mucho más que honrar la historia de un club que representa y ha significado tanto para tanta gente, siendo esto importante y obligado. El Centenario supone hoy para el Valencia CF una inmejorable oportunidad que le brinda el destino para proyectarse en otra dimensión de cara al futuro. Después de haber pasado recientemente por una de las etapas más delicadas que se recuerdan, es un auténtico regalo a todos los niveles que este club no puede desaprovechar.

Esta es, aunque no lo reconocieron prácticamente hasta el final, la razón por la que hace algo más de un año se sentaron Murthy, Alemany y AlemanyMarcelinopara plantearse muy seriamente el reto de que la temporada 2018/19 tendría que llegar con la Champions League sí o sí, costara lo que costase aunque dinero para invertir en futbolistas había más bien poco. Una vez conseguido ese objetivo, esta es la gran oportunidad para decirle al mundo que el Valencia CF ha vuelto de verdad, para ganar en proyeccción internacional, generar más ingresos, meterle mano al asunto del nuevo estadio y para volver a llegar a todos los pueblos y ciudades, para volver a ilusionar al aficionado como en los mejores tiempos.

Para eso, lo principal en las semanas que restan hasta final de agosto es traer los buenos futbolistas que faltan, jugadores buenos, buena gente que venga a vestir esa camiseta con orgullo y respeto al escudo, comprometidos con el club para lograr tan altos objetivos. A mí, por cierto, me gusta la camiseta y me gusta el pantalón, aunque lamento no coincidir en esta ocasión con el maestro Vicente Bau. Respecto al himno, eso se lo dejo a Carlos Bosch.