El Valencia CF ha llegado a un punto de estabilidad insospechado hace poco más de un año, cuando todavía salía del caos. Lo ha conseguido gracias a los resultados de la temporada anterior, que son consecuencia de buenas decisiones como el fichaje de Mateu Alemany y el de Marcelino. Gracias a eso y a que sobre el papel la plantilla se reforzó convenientemente, el club ha conseguido algo tan igualmente insospechado como que aquí nadie cuestione al entrenador que ha ganado un partido de diez. Hoy, de hecho, generan más dudas Lopetegui y Valverde en Madrid y Barcelona que Marcelino en el Valencia CF. Eso en su esencia es bueno y representa un paso adelante.

Un equipo y un cuerpo técnico que han demostrado solvencia necesitan ese clima de confianza para trabajar, pero tampoco se puede confundir con el aquí todo vale y no pasa nada. Porque sí pasa, pasa que si el equipo no es capaz de sacar adelante los dos próximos partidos, Leganés y Suiza, empezará a meterse en un lío que nadie esperaba a estas alturas. Hay tranquilidad, hay confianza, pero también hay un objetivo que es volver a estar en la Champions la próxima temporada. El club lo ha admitido por activa y por pasiva, no vale solo un año en la Liga de Campeones para recuperar el tiempo perdido estos años, seguir creciendo requiere una continuidad de al menos tres años. De ello dependen las previsiones y expectativas del Valencia y todo lo que no sea transitar entre los cuatro primeros o al menos ahí cerca con el tiempo solo va a traer nervios y problemas. A por ellos, pues.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.