Podríamos hablar de las muchas bajas que tenía el Valencia CF para este partido, algunas muy importantes como todos sabemos. Del hielo que había en Vitoria o de los goles que fallaron esta vez Rodrigo y Batshuayi. Del cambio de sistema que parecía imposible o de las cuatro victorias que lleva el equipo de Marcelino en los 18 partidos de esta Liga, las mismas que el Rayo Vallecano y una menos que el Valladolid, que es el próximo rival en Mestalla. De que este resultado echa por tierra todo lo avanzado -en la clasificación y especialmente en el estado anímico- con aquel gol de Piccini en el último segundo que significó la victoria ante el Huesca. O, por qué no, de que este resultado nos devuelve tras una breve tregua al tiempo de los fantasmas, de que el club se ve obligado a plantearse de nuevo qué hacer, porque está visto que no hay manera de consolidar con este equipo una reacción mínimamente sostenida que le permita escalar posiciones y pensar en objetivos de verdad.

Minuto 47

Podríamos hablar del extraño comportamiento del árbitro, cuando por alguna razón desconocida decidió contra toda lógica que se jugara hasta que llegara el gol del Alavés, como si se tratase del Real Madrid. Con lo complicado que es el arbitraje, de nada sirve la tecnología si los árbitros deciden complicarse la vida con las cosas más sencillas, como lo es pitar el final cuando has dicho que lo vas a pitar, con un margen razonable para acabar una jugada que en absoluto puede ser de 48 segundos.

Poco o nada

Lo que pasa es que habíamos dicho que, más allá del resultado que también era muy importante, este era un partido para observar cada minuto, cada momento y cada detalle. Y por encima de todo, incluso de que hubo falta de atención precisamente en esas jugadas que tanto se habían visto y preparado a lo largo de la semana, la sensación que seguramente nos va a quedar una vez pasen algunas horas será la de lo poco que tuvo que hacer el rival en la primera mitad para ponerse por delante y lo poco que hizo el Valencia en la segunda para no perder un partido que podía ser el último tren de esta Liga. No es que el equipo bajase los brazos, o no tuvo más de energía o no tiene más ambición.

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